Afuera llovía a cántaros, la tormenta era atroz y solo era comparable a todo lo que ocurría en su interior, dentro de sí un huracán le abatía intensamente y amenazaba con destrozar su alma, la tormenta de emociones anegaba sus ojos que desbordaban ríos de dolor,  sus pensamientos iban y venían sin ninguna coherencia, tratando tal vez de unir las piezas de un rompecabezas  que a partir de ese instante estaba incompleto.

Bajó a toda prisa del auto y empezó a correr con todas las fuerzas de las que era capaz,  la sangre se agolpaba galopante entre sus sienes  y un dolor punzante se le clavaba en el alma, imploraba al cielo para que la noticia no fuera cierta, que solo fuera un mal sueño, que no fuera verdad;  el camino era interminable, parecía que el tiempo se detenía y no conseguía ser su aliado, todo estaba en su contra: la tormenta, la noche, la distancia…la noticia, ¡la terrible noticia!

Cuando por fin llegó, desde el andén pudo observar  las muchedumbres  que se arremolinaban expectantes y doloridas, había llegado el féretro, María…su María, ¡ya no estaba, ya no existía…! <?xml:namespace prefix = o ns = «urn:schemas-microsoft-com:office:office» />

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