Por una concha de peregrino

Por una concha de peregrino

Paula de Vera

09/08/2013

Hay muchas formas de esperar un tren. Sentado, de pie, leyendo, escuchando música, escribiendo, pensando, imaginando, divagando… O mirando más allá. Desde el andén, se observa el trajín de los viajeros que se afanan con sus maletas al otro lado de la vía, se ven despedidas o reencuentros según a dónde se mire, o se puede contemplar una preciosa puesta de sol cuando el andén está a cielo descubierto. Los trenes pasan, van y vienen, y en la mayoría de los casos, desconoceremos los detalles de otro trayecto que no sea el nuestro propio. Las elegantes azafatas que esperan pacientemente al lado de las puertas abiertas, mientras unos embarcan y otros desembarcan…

Dicen que el tren es uno de los medios de transporte más seguros, y probablemente tengan razón: es cómodo, tranquilo, rápido y no tiene que soportar los atascos que sufren los conductores y pasajeros de coches y autobuses. Pero a veces, desgraciadamente, la tragedia también les alcanza. Hace apenas dos semanas que un accidente sacudió el mundo que conocíamos para darnos una cifra de muertos que se grabará en nuestra memoria para siempre. En el andén, esperaba la fiesta del patrón. En la vía, sólo quedó el silencio.

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