El hombre de boina rasgada debía salir de su casa a las 16 horas, cortar un racimo de cardones y envolverlos con papel húmedo, dejar sobre la mesa del recibidor una carta con sus últimas palabras de despedida y a su vez, con tono amoroso, pues no había sido el mejor hombre. Todo lo hizo con infinita fineza, incluso apretar la mano de su esposa, la señora del enorme lunar quien durmió con él por màs de 40 años, le acarició los pechos y le musitó con aliento triste cuánto la quería. Aquella mujer despertaría a las 14 horas y se supone, encendería su último cigarrillo, pero no hubo tiempo para tanto. Desde el andén, el joven de nariz ahuecada y cabello rojizo palpitó con gran desesperación y pidió detuviesen el tren, porque había dejado en el banco su libreta de historias, en donde seguro escribiría el resto de lo que pasó con aquel hombre de boina rasgada y su vieja amante, la señora del enorme lunar.
Leonel P.
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