Preparaba la maleta como siempre a destiempo, la ropa se acomodaba como la vida lo haría después de tanto tiempo, se avecinaba un desenlace para un capitulo largo y difuso en mi existencia.

Todo empezó una tarde, el sol recogía ya sus rayos, la luna se preparaba para recibirlos… y ahí, cuando la oscuridad tímida atisbaba apareció ella, como lo hace la primera estrella, miras al cielo y está brillando así de simple… así de magnifico.

Tenía una sonrisa angelical, sus ojos ventana al alma , trenzas alrededor de su cabeza coronaban naturalmente su belleza, la vi, e inmediatamente sentí deseos de escapar, pero también sentí una atracción difícil de controlar. Respaldado por la ilógica idea de huir, me acerque, nos miramos y sentí ser otra persona o ser yo realmente.

Afuera, ya de la mano, corrimos como lo hace el viento, impulsados por las almas que buscaban su libertad a través de nuestros cuerpos, terminamos sentados en el piso de su heladería disfrutando un helado a pesar de la lluvia, no hablamos mucho, lo poco que decíamos nos causaba risa y el mejor contacto fue mirarnos, como si reconociéramos a alguien o lo buscáramos en el otro.

Con el paso de los días la sensación de huir se hizo más grande y esta vez venció sobre la atracción y la razón, entonces me aleje de ella, abandone los lugares que frecuentábamos, ya no salía a los recreos, decidí cambiar de colegio inventando cualquier excusa, porque no entendía ese miedo de estar cerca de ella.

Los años cayeron como lo hacen las hojas en otoño y a pesar del distanciamiento, su presencia me perseguía en sueños recurrentes, la soñaba vestida de manera suntuosa o muy modesta, en esos sueños, la perseguía por pasillos, en cuyas columnas majestuosas nos besábamos a escondidas, otras veces la soñaba lejos de todo, vestida de blanco inmaculado, pero todos los sueños, terminaban en que ambos huíamos con el alma agobiada por el temor de ser encontrados , de ser separados y tal desesperación hacia que despierte, para acordarme nuevamente de ella.

Después de nueve años, el azar la trajo otra vez a mi realidad, en esta ocasión, no solo descubrí su angelical presencia, su cuerpo prometía un edén de sensaciones, se había convertido en una mujer hermosa.

Lo que sentimos al estar juntos en la heladería, volvió a nosotros con un plus de deseo que nos embistió sin piedad. Huérfanos de fuerzas para evitarlo, unimos nuestros cuerpos como si lo hubieramos hecho otras veces.

Hablamos mucho, le conté mis sueños, me conto los suyos, la similitud daba escalofríos, pero ese día vencimos ese miedo y nos olvidamos de todo escribiendo en nuestros cuerpos, caricias conocidas. Pero la realidad también se rompió, y entre las sabanas fuimos descubiertos por su madre, quien me hecho de su casa, sentí dentro de mi, experimentar algo muy malo ya vivido y el deseo de huir se hizo más fuerte y no volvimos a vernos.

Ya de adulto, la necesidad de desaparecer ante ella se había difuminado, su imagen se había desenfocado y los sueños se hicieron menos frecuentes.

Mi vida transitaba los cuarenta y dos años, viajaba por primera vez a Europa y los países bajos, después de muchas horas Ámsterdam me recibía , continúe luego hacia Noruega, donde un barco me llevaría a Copenhague, al llegar, sentí reencontrarme en los maravillosos canales.

Las construcciones aun mantenían el encanto de los cuentos, ver a los pescadores arrulló la emoción al extremo de las lágrimas , sentir el olor de la ciudad, transitarla… obsequio sensaciones deja vu.

Nunca había estado ahí, pero me era conocido, pense que quizá el alma busca los lugares donde vivir era hermoso o para borrar el dolor de una senda trágica.

Mi pasión por la cultura vikinga, me dirigió a Oslo, los fiordos Noruegos susurraban a mis ojos, hermosas frases que despertaban en mi espíritu impresiones ya vividas.

Ya en Oslo entre los pasillos de la estación, mi corazón se aceleró… la volví a ver…

Nos reconocimos, nos paralizamos una eternidad pero después corrimos a un encuentro inesperado, nos abrazamos con ternura, lloramos bajo la misma brisa que antes nos acarició, amparados bajo el mismo cielo que sollozó nuestra tragedia.

Por la noche hablamos de las sensaciones que sentí al estar ahi, ella volvió a llorar emocionada, nos contamos nuevamente los sueños, recordamos la agonía de ser perseguidos como detonante para despertar, nos preguntamos el por qué sin respuesta alguna.

La necesidad de escapar y el deseo de estar más cerca de lo que no conocía pero extrañaba, hizo que se fuera tan lejos, sin embargo, estar allí, provocaba sacudidas más intensas, como me paso a mí.

Caminamos esa noche a orillas del rio que cruzaba toda la ciudad, atravesamos un puente lleno de candados, en ellos se leían iniciales de colores, me contó que las parejas hacían ese ritual cerrando el candado y tirando la llave al rio para estar juntos por siempre, nos reímos cuando le dije que debería haber mucha gente buscando la llave que una vez tiro al rio.

Llegamos a la Fortaleza de Akershus, recorrimos el castillo nos detuvimos muy cerca de los cañones, un anciano guía hablaba emocionado, le pedí a ella que me tradujera lo que él decía y nuestro misterio se reveló:

-Aquí trasciende el olor donde el amor fue truncado, en estos jardines, la reina Carolina Matilde de Dinamarca y Noruega, juraba amar a su amante. Cuando el rey se enteró , decidieron huir sintiendo la angustia de ser perseguidos y encontrados por eso juraron buscarse en otras vidas como consuelo.

El rey mellado en su orgullo los encontró , obligo a ella observar la decapitacion del amor de su vida y él murio con la angustia de imaginar lo que le esperaba a ella.

Sin que el guía diga más reconocimos la historia, el por que de los sueños. ahora solo queda una duda ¿eramos nosotros o fuimos el nexo de una promesa vigente?.

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