Como cada mañana, subió  el primero en el tren y esperó la salida del  de cercanías en dirección contraria.

 Hace casi un año  que la vio por primera vez. Sus miradas  se cruzaban efímeras, justo el tiempo que tardaba el tren en salir de la estación.

 Tardó más de un mes en conseguir que ella le dedicara una mirada, otro en sacarle una sonrisa, desde hacía un tiempo era ella la que   buscaba su mirada para saludarlo.

Un día, él llegó un poco tarde, ella lo vio subir al vagón arrastrando su silla de ruedas desde el andén número cinco. Él no quiso mirar, tuvo miedo. Ella lo miró y sonrió como cada mañana.

 

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