Esa mañana recibimos la llamada, comprendimos que la partida era inminente. Juan titubeó siempre con la idea del viaje. Miles de personas tomarían el ferrocarril; la época vacacional se acercaba. Le pregunté si había concertado los trámites para la compra del pasaje, el hotel de destino. Los asuntos de todo de viajero. Esta vez nuestra partida no pretendía tener fines turísticos. Teníamos un inconveniente que resolver.

El trastorno esquizofrénico de nuestro hijo David se agudizaba. Un tratamiento milagroso, fue lo que siempre deseábamos. Al fin lo conseguimos, solo por esa razón decidimos ir a otro destino. Con la enfermedad, nuestros ahorros se esfumaron. Hipotecamos la casa, vendimos el carro. Al punto que solo contamos con lo que tenemos puesto.

Mariela cree que todo es fácil, cree estando en la casa soluciona todo. Ella media entre las depresiones de David, su estado catatónico, sus delirios de persecución, su miedo a salir de la casa. No sabe lo que significa para mí este viaje. Siento que no tenemos poder sobre nada. Hasta nuestra vida se somete y depende del viaje.

Todos me persiguen. Mis padres, profesores, amigos ¿qué esperan de mí? ¿Por qué nací? Saltaré desde el andén.

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