Un mes lleva el abrigo en el cuarto de atrás.
< ¡Para que se oree! -dijo la madre-,a ver si se le quita ese olor a tabaco y a frío.> Esta
muy gastado, rozadas las mangas, desgastados los codos y el cuello, tiene deshilachados los ojales y alguna que otra mancha inconfesable. Por eso lo ha llevado Nieves, esa hija suya siempre malhumorada. Para Toñin, el hermano pequeño. Que se lo arreglen como chaquetón, porque su marido Colás, Don Nicolás como le llaman en la oficina, no debe de ir tan desastrado. Colás, Don Nicolás,es funcionario y propietario, tiene algún local que le proporciona rentas y un anillo de oro blanco con un brillante, también tiene un diente de oro y la uña del dedo meñique larga y amarilla, con la que tira la ceniza de su cigarro puro.
La madre suspira, le llevará mucho tiempo descoser, cortar, empalmar, dar vuelta el cuello, rehacer ojales, pero al menos Toñin irá caliente en la bici cuando sale de madrugada a su trabajo en la linotipia. Toñin, ese hijo llegado a destiempo, en los malos momentos de la guerra y cuando ella pensaba que después de siete hijos, el menor de doce años, no tendría más.
Toñin se prueba el chaquetón nuevo y se ve guapo, incluso importante. Por eso decide dejarlo para los días de fiesta, para ir al futbol el domingo, para salir de ronda con los amigos.
La madre insiste en que lo ponga a diario, pero él tiene decidido seguir abrigándose con jerséis viejos y los papeles que trae del periódico.
Colás, Don Nicolás, ha visto a Toñin en domingo, tieso como un pavo dentro de su chaquetón nuevo, y cuando llega a su casa, enfurecido con Nieves, reclama lo que le pertenece. ¡ A quién se le ocurre regalar algo tan nuevo!
Ella sube a pedir el chaquetón, a la madre. ¡ Los tiempos son malos para todos! A Colás, Don Nicolás, le viene bien tener un chaquetón para no desgastar el abrigo nuevo, <Madre, usted lo entiende, ¿verdad?¡ No se irá a enfadar ahora!>
Una vez al año, por las fiestas del barrio, se organiza una excursión en barca, van al otro lado de la bahía. Allí se hace un arroz con agua de mar y todos los cangrejos, lapas, mejillones, quisquillas que se pescan por la mañana. Ese día también van Nieves y Colás, Don Nicolás, con sus niños. Los hombres llevan todos una bota de vino, un vino que corre generoso desde la mañana. Al atardecer, volviendo a casa, las mujeres y los niños cantan en la barca abrigados con toallas para protegerse del viento del nordeste. Colás, Don Nicolás, se ha puesto el chaquetón. En la bota no le queda vino, tiene la cara surcada de venillas rojas. Los ojos, achispados se le van detrás de Isabel, la hija de Pepe el cartero, ella esta roja como los cangrejos.
Se le ve contento, de pie en la proa, agarrándose a los cabos. Nieves, junto a los niños mira hacia otro lado. Del fondo de la barca sube un olor a cuerda mojada y peces muertos. Huele a brea y final. La barcaza avanza lenta, rompe el mar levantando pequeñas olas de espuma. Colás, Don Nicolás, hace un guiño a Isabel, se escora sobre la borda y cae. En un instante desaparece en el agua. No se ve rastro de él. En el agua queda flotando su boina.
A los tres días, lo encuentran en la orilla de la playa. Alguien comenta. Si no hubiera llevado ese chaquetón tan grueso, habría salido fácilmente. Porque Colás, Don Nicolás, sabia nadar.
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