Cuando todo estalló aquel tipo me salvó la vida. Mi primera reacción fue correr a casa a salvar a mi familia. De haber seguido mi primer impulso ahora estaría esparcido por la acera de la calle convertido en el primer plato de toda esa masa de caníbales descerebrados en los que se había convertido el 90% de los transeúntes, y os aseguro que en pleno centro y en hora punta había un montón de ellos devorando al 10% restante, o por lo menos a la mayoría de ese 10%, pues mi desconocido salvador y yo corríamos por unos estrechos pasadizos que yo ignoraba que existiesen bajo el centro comercial.
-¡Oye!- le grité entre jadeos – ¡¿Qué demonios está ocurriendo ahí fuera?!
-¡No hay tiempo para explicaciones!- resopló el sin aminorar el paso.
-Sabía que dirías algo así.- rezongué.- por cierto, gracias, …
-David-
Y sin mediar mas palabras, pues la demanda de oxigeno a los pulmones ya era bastante elevada, seguimos corriendo por aquellos pasillos con paredes de hormigón, vagamente iluminados por el tenue fulgor de las luces de emergencia.
No me atrevía a mirar atrás, pues los sonidos que me perseguían no invitaban a volverse y encontrarse cara a cara con la muerte transmutada en vecino de tu barrio que corre tras de ti con la intención de darse un banquete con tus tripas.
Cuando ya creía que me iba a estallar el corazón en el pecho, al doblar una esquina David llegó a una puerta y la abrió. Por un momento pensé que la iba a cerrar, pero al pasar por el dintel comprendí que lo que se estaba era preparando para cerrarla rápidamente tras mi paso. Tras asegurar la puerta con lo que encontramos desperdigado por lo que parecía una sala de máquinas o algo por el estilo, pudimos tomarnos un tiempo para recuperar el aliento.
-Por cierto, somos tocayos.-
-Encantado de conocerte, aunque hubiera preferido que hubiese sido en otras circunstancias-
-¿Por qué está pasando esta locura?-
-Se lo mismo que tu.-
-Entonces por que dijiste…-
-Siempre he querido decir algo así.-
No se si fue por el estrés acumulado o porque nos pareció lo mas oportuno en ese momento, pero estallamos en sucesión de carcajadas, que empezaron a convertirse en toses y finalmente en llanto. Se le notaba en la mirada que estaba acordándose de sus seres queridos, al igual que yo.
De pronto, como si de una coreografía previamente ensayada se tratase, cogimos nuestros smartphones e intentamos llamar a los nuestros.
-Sin cobertura.-
-El mío igual.-
-Conozco una forma de llegar a los tejados, que es muy probable que esté despejada.-me dijo.
-¿Trabajas aquí?-
-Mantenimiento.-explicó, mientras se ponía de nuevo en marcha haciendo un gesto con la mano para que lo siguiera.
Al llegar a la azotea …
Nota del autor: Siento de veras no poder terminar el relato, pero lo he ido dejando para el final y me ha cogido el toro.
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