Enero 17, 2073.

Cerro sus arrugados ojos, tomo un sorbo de té, entre sus párpados vio una bellísima ilusión un campo deshabitado y a ella, joven, sana, a su amada Amanda. Saboreó el brebaje como cuál moribundo añora una gota de agua. ¡Cómo le encantaba el té! Tres cucharadas de azúcar y una de leche. Abrió los ojos con cuidado, vio dos siluetas en frente de él. Dos niños, sus únicos nietos, estaban mirándolo estupefactos. Suspiro pesado, dejó la taza de té en la mesita continua y los enfrentó.

-¿Han estado escudriñando entre mis cosas?- adivinó.

-Abuelito… le juro que yo no quería ¡Drake me obligó!- Habló Bonnie. No sabía por qué su hija los había llamado con nombres tan extranjeros. Si ella recibía el humilde nombre Lucía.

-Abuelo, hemos encontrado algo- El niño mostró lo que ocultaba detrás de su espalda. Era un álbum de fotos, él tenía entendido que se había quemado al igual que su casa. -¿Qué es esto?- señaló con su pequeño dedito, su viejo Chevrolet Corsa.

-Es un auto, un auto de verdad. No como esas chucherías que tienen sus padres- Es que era obvio, como habían cambiado los tiempos.

-Hay varias cosas que no entendemos, ¿Abuelito nos enseñarías?- habló la niña con ricitos pelirrojos.

El pobre viejo, suspiro una vez más. Eran sus nietos, vivía con ellos ya que había incendiado su propia casa por dejar velas encendidas.Tendría que amarlos y compartir con ellos. No estaba su hija para reprimirlos y decirles que dejaran de molestar al anciano. Solamente se limito a asentir. La niña que traía un vestido plateado brillante, saco de sus manos un CD se lo enseñó y él lo reconoció al instante. Esbozó una sonrisa de oreja a oreja.

-¿De qué trata este “Tomas va a la luna”?– era su película. Amanda lo había filmado con su viejo celular y un viejo truco de “pausa y reanudar”

-Pues veámoslo- dijo sonriente Tomas.

La niña se paro frente la pared donde tenían una pantalla, con sus manos comenzó hacer movimientos al aire, de la nada se abrió desde la pared un fino metal depositó el CD y repitió el arrebatamiento de manos. La casa de su hija pintada de blanco “tan blanca” que casi le dejaba ciego, todo era nítido, intachable, perfecto, lo que no era blanco era de metal. Tomas, sólo esperaba que entre tanto movimiento le diera “Play”. En el instante que comenzó la película las cortinas se cerraron y las luces se apagaron. Tomas no entendía ¿Por qué no había interruptores? Sus nietos se acomodaron en el sofá de plástico transparente con cubierta de cuero blanco.

Se mostraba él, a la corta edad de dieciséis años, su pelo firmemente coloreado de castaño, sus músculos prematuros ya se asomaban. Recostado sobre la pared blanca de su habitación estaban dos cuadros frescos al óleo que habían pintado cuando aún eran amigos con su amada. Fue después de la Universidad cuando se declararon. Se escuchaba el ruido de la Tv. ¡Su serie favorita! Reconoció al instante la voz de Sheldon Cooper.

-Okey- Se escuchó. En ese preciso instante se le puso la piel de gallina, empuñó la mano e hizo el intento de no romper en lágrimas. Era aquella voz, aquella voz que tanto extrañaba la voz de su difunta amada, anunciándole que tenía que comenzar con la actuación.

En una mano el casco blanco que usaba para montar su motocicleta, vestido de blanco tratando de imitar a un astronauta. Se enderezó, carraspeó para aclarar su voz:

-Estimados terrícolas… les anuncio que me he aburrido de ustedes y de sus tonteras. Me voy a la Luna, he de volver por ella, por mi amada, y luego nos iremos al infinito y más allá– Protegió su cabeza, y comenzó hacer pasos de robot. Caminó en vertical, y de la nada un flash de luz que se extendió por toda la visual del vídeo, se lo llevó a él, desapareciendo.

-¡¿CÓMO HICISTE ESO TATA?!- Exclamaron a la par sus nietos. trayéndolo al presente -¡¿CÓMO ES LA LUNA?!

-¡Ay pequeños…!- rió con amargura por tantos recuerdos. –Ojalá algún día pueda transportarlos.

-¡QUE NECESITAS! TE LO DAREMOS- aquellos niños no bromeaban. Sólo con un poco de ingenio, podían fabricar cualquier aparato. Todo estaba al alcance en estos tiempos ¡Todo!

-Es un secreto. Lo siento- Tomó un trago de té.

-Pero abuelo, si quiera ¿Podrías decirnos que viste allá?- suplicó Bonnie.

-Oh, mi niñita. Claro que os diré.

-¿Hay animales?- dijo Derek

-Miren… yo llegué allá en pocos segundos. Todo está tan iluminado como ese satélite nos muestra todas las noches, emm…- dudó no podía mentir sin cuidado. Ahora los niños eran astutos no eran fácil de engañar. En su intento de que su relato fuera verosímil prosiguió -¿Sabes? Cada vez que quería me transportaba y veía el planeta de donde era, lo que más me emocionaba era la curvatura de la tierra, tantas veces nos dijeron que el planeta tenía fin pero no…

En ese instante se calló. Nadie había parado el viejo vídeo  y ahora mostraba a dos adolescentes. A él y a ella. Tendidos sobre la cama. Él aparecía dormido, pero aún así la rodeaba con un brazo. Amanda, con su delicada piel blanca como las muñecas de porcelana, traía un vestido floreado, su pelo rizado amarrado en una coleta se mostraba incomoda alargaba un brazo sobre ambos tratando de enfocarse.

y se cortó el vídeo.

El aliento del anciano quedó atascado en su garganta. Ya no podía hacerse el fuerte, se levantó torpe, sin querer pateó la taza de té que ahora se encontraba en el suelo. Se sentía ahogado, los niños asustados se alejaron de él. Con respiración errática se fue dando tumbos al patio trasero. Ahí cayó de rodillas, alzó la cansada vista y vio la luna, hermosa como era ella como era su Amanda. 

«Amanda te he extrañado tanto, mi corazón te llora, y mis brazos te extrañan. Querida yo iré por ti te lo prometo, estaremos juntos»susurro el viejo anciano.

En ese instante sintió unos brazos que lo atraparon. 

-Yo también le he extrañado-susurro su hija Lucía llorando.

El viejo esbozó una sonrisa al ver el parecido de Lucia con Amanda, el mismo cabello,unos ojos castaños sinceros.Extendió sus brazos temblorosos y acurrucó en ellos su tesoro más valioso.

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