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Laura desenchufa su nuevísimo Librotroni 8.0 y apaga el ordenador. Sin mucho convencimiento le da un par de vueltas entre las manos, como si no supiera ni por donde abrirlo.
—No tiene hojas— se queja sin mucha lógica. —Bueno, el tacto es un sentido sobrevalorado. Lo importante es el texto. Nada más. El resto es accesorio. ¿No?
Como si la respondiera, Raúl ha entrado en el salón andando absorto con su Upad en la mano. Levanta la vista para darla un beso y, bruscamente, Laura sonríe orgullosa con su Librotroni 8.0 asido con ambas manos.
— ¿Qué vas a leer?
—Ahora iba a empezar Los robots sino no lo terminaré a tiempo para el club.
—Asimov, bien, bien eh… bien.
—Voy a estrenarlo— le susurra con ternura. Raúl, detectando un dato interesante en su tono, vuelve a centrar su atención—. Ya verás cuando los del club vean un auténtico Librotroni 8.0. ¡Y aún faltan 40 días para su lanzamiento!
Y Raúl, volviendo a detectar un dato interesante en su tono, sonríe satisfecho. Manda una orden casi imperceptible a sus músculos para que saquen pecho. Y se deja acariciar suavemente el pelo. Raúl procesa la información, Laura está orgullosa. Raúl está contento.
— ¡Claro!, lo mejor para mi ávida lectora. Tú no tienes que esperar. Y quién mejor para probar el modelo antes de lanzarlo. ¿Te gusta?
—Me encanta—. La da un beso en la frente y continúa por el salón con la vista en la pantalla de su Upad.
Al abrir el libro intenta, inconscientemente, pasar la página. Y se reprende.
—Lo importante es el texto. Nada más. El resto es accesorio. ¿No?
El club de lectura ha sido un éxito. No faltaba nadie y gracias a la curiosa de Nadine todos se fijaron en su Librotroni 8.0 al poco de empezar. Exhibiendo una sonrisa apropiada para la esposa del ingeniero jefe del diseño del Librotroni 8.0 — ¡el más sofisticado y avanzado ebook próximamente en el mercado!— les desgranó la minuciosa lista de detalles técnicos que ya conoce de memoria. Sabiendo que casi nadie entenderá las implicaciones de reales de estos datos pero, también, que los dejará boquiabiertos y anhelantes.
Su aforo incluía, incluso, a un —ya no tan orgulloso— propietario de un Booktex 5.7, pero la mayoría aún llevaba esos viejos Librotroni 3.5. Por no hablar de un par de miembros del grupo con pequeños volúmenes de Los Robots aún en papel. Uno parecía una edición de los años 70, barata, y el otro era una edición en tapa dura, probablemente parte de una colección. Estos, por supuesto, son los que más se avergonzaron cuando les enfatizó que, seguramente, sería el modelo más ecológico jamás vendido.
Al poco rato de alabar las ventajas e inconvenientes (pero sobre todo las ventajas) del nuevo modelo, cuatro miembros del grupo ya le habían pedido a Laura si podía reservarles un ejemplar antes de que se agotaran. Y alguno más comentó que estaba pensando en comprarlo más adelante. Después, hablaron de Asimov.
Esto es, al menos, lo que acababa de contarle a Raúl. Que ahora duerme plácidamente. Tiene el plano de circuitos del Librotroni todavía en la pantalla de su Upad y Laura lo apaga con cuidado.
—…nuevo modelo… placa… acierto… ocho— murmulla dándose la vuelta.
Laura se desliza fuera de la cama a hurtadillas y con sigilo cierra la puerta. Ha dejado su Librotroni encima de la mesilla. Y ahora se escabulle calle abajo. En la esquina coge un taxi, al bajarse observa la calle y llama quedo a una puerta que parece abandonada. Libr ria Sa urno, se lee.
El dueño hace un gesto de reconocimiento que Laura responde con una sonrisa sincera. No hablan, los clientes se esconden tras grandes sillones acariciando hojas de papel. Laura echa un vistazo a los estantes con libros viejos o con olor a nuevo, con hojas sueltas y manoseados o de tapas brillantes. La llaman desde las estanterías. Y suspira. Coge un ejemplar de tapas rugosas y hojas asombrosamente delicadas, con la tinta algo descolorida y notas en los márgenes. Los robots, de Asimov. Arrellanada en un sillón, aspira y comienza, esta vez sí, a leer.
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