Hace frío y Jhony dice; ¡escribe un libro! yo me quedo pensativo… ¿De qué escribo? ¿sobre qué? ¿para quién? sólo tengo unos cuantos años, vivo con mi padres, me molesto cuando los videojuegos no cargan rápido. ¿Quién soy yo para escribir un libro? Jhony da un respiro algo profundo y dice; da igual, escribe porque no hay mucho por hacer… Yo me le quedo viendo y, tiene razón, Jhony, aunque no tenga razón siempre logra tener mucho sentido en sus palabras.
Puede que no salve al mundo escribiendo, pero me salvo yo, al menos por un rato, donde la ansiedad no tiene cabida y la duda se convierte en una gran certeza; escribe, escribe, más letras para el papel, así moriremos por cualquier cosa, menos de frío.
-Me encanta pensar en ella… Jhony se queda mirando mis ojos perdidos y dice -Bueno, eso puede ser un buen principio de escritura, el amor. Yo asiento con suavidad, cayendo de esa nube en la que estaba, -el amor… ¿Qué será el amor? Jhony dice -ni idea. Con un alegre sentido del humor. De seguro el amor debe ser sólo una palabra, porque, pienso en ella y… Todo se comprende, todo es, y ese «es» me saca una sonrisa; su cabello, montón de largas y delicadas tiras que se dejan llevar por el viendo, que siempre que estoy cerca producen su mejor aroma, rayos, ese bendito olor a caminatas por el bosque, a tardes enteras viendo como el sol se va, a noches frescas donde la luna brilla y olfateas las estrellas como si fuera un público ansioso y casi desesperado por ver como se baja el manto que cubre la parte principal del escenario y sale su cantante favorito y todos enloquecen… Ese aroma a locura, a adrenalina mezclada con ferviente pasión por saltar, por gritar, por disfrutar de ése momento único en la vida… Ella tiene aroma a belleza, aroma a placer, de esos que te dan cuando sufres, sediento por llegar a la cima de la montaña, cada piedra, cada vez en que tu zapato se lisa en la tierra mojada, cuando apoyas tu mano en un árbol para descansar, cuando sientes que tu corazón se está casi desgarrando por latir, sientes un tambor en el pecho que está que se rompe, esa respiración agitada, tus pulmones se inflan como globos y quieres llenarlos más pero no puedes, y sigues caminando y tus tobillos tiemblan y sientes que pierdes el equilibrio, pero continúas, sigues, como si una fuerza de victoria te empujara, te estuviera agarrando de la mano la voluntad y te obliga por tu honor a seguir caminando, así que prosigues la marcha después de aquel respiro, y tomaste veinte de esos suspiros enormes, cincuenta, doscientos, hasta que por fin llegas… Ese momento en que tocas la parte más alta de la montaña y sientes flotar al poder sentarte, inhalas un aire de gloria, como si millones de voces se uniesen para decir ¡bien! ¡si fuiste capaz! ¡grandioso! entonces tu corazón se calma, comienza a palpitar más lento, más suave, y le dices a tus pies ¡los amo carajo! ¡sin ustedes no hubiese podido llegar hasta aquí! ¡son increíbles! y te recuestas sobre el césped y… Ya está, la paz me invade sin poder alguno para evitarlo, y entonces… Pienso en ti, huu… Lo lindo que sería abrazarte en este momento, de decirte; «oye, ¿por qué cada día te ves más sexy? y besarte mientras sonríes, luego, tomar tus manos, apretarlas, jugar con tus dedos y ver ese paisaje enorme y delicioso que se devoran mis ojos a grandes mordiscos… Ese paisaje que me acuerda a tu cabello, a ti, de lo lindo que es el olor a la belleza, a tu belleza… De cuan lindo es amarte.
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