El Hombre que detuvo el lunes

El Hombre que detuvo el lunes

Liza Ariza

15/02/2013

EL HOMBRE QUE DETUVO EL LUNES

José Vicente despertó con el pánico recorriéndole las venas. Quedó sentado en la cama. Su esposa adivinó lo que le estaba pasando:

-Cielo, hoy es domingo, no lunes. No pongas el despertador los fines de semana, porque la mera intuición de que va a sonar te despierta.

El terrible timbre comenzó su torturante taladreo al tímpano; Patico, acomodándose de nuevo en la cama, le indicaba a José con la mano que acabara el ruido.

─Es que no es normal que me despierte una predicción, mujer─ decía mientras entrecerraba los ojos para ganarle la batalla a la miopía y observar bien cuál botón apretar─ es el maldito lunes lo que me pone mal.

Su esposa intentaba volver a dormir.

─¡Detén entonces el lunes!

Los ojos de José abandonaron cualquier rastro de sueño,  entendió que la idea de su esposa era la razón por la que se justificaba el matrimonio. Armado de sus escasos conocimientos tecnológicos, encendió el computador, y googleó hasta encontrar un grupo dedicado a detener el lunes; ellos ya tenían las formas y las maneras─decían─pero les faltaba un like para lograrlo. El dedo de José se acercó al mouse para completar el ritual, su huella dactilar se pegó al botón aplastándose contra el pulsador y enviando la señal eléctrica a campos desconocidos para José, que seguía atento observando la pantalla.

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Milisegundos después del clic, ocurrió el fenómeno más extraño: en todo el mundo se sintió el efecto de una frenada (latigazo, inerciazo);  todo lo que no estaba fijo al suelo, salió despedido unos centímetros y luego siguió girando con la tierra tal como antes. José se llevó las manos a la boca y nervioso miraba, asegurándose de que nadie se había fijado de la travesura ─pero tan pendejo yo, pensar que voy a ocasionar una vaina de estas.

─ ¿Sentiste eso querido?

─Tuuú, ¿también lo sentiste? Sí, sí, debió ser un temblor sin importancia.

─Voy a poner las noticias.

Conciliar el sueño, como sí lo había logrado su esposa, era improbable. Mientras ella roncaba a su lado, él pensaba aún en que no había leído toda la información del website y ahora no podía consultar. La potente luz del computador le transmitía una frase que él no quería mirar más:

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No había potente F5 que arreglara el servidor. Y frente al computador, sus ojos fluorescentes se dieron por vencidos y se apagaron entre pixeles.

De nuevo estaba tembloroso y sentado en la cama. Revisó su reloj de mano y vio cómo cambiaba a las 6:00, pero no escuchó el despertador.

─Se dañó el despertador ¡carajo! Los lunes siempre traen alguna maldición. 

─No señor, es que suena a las 6:30, hoy es martes.

Martes, ¿martes?,  en verdad se había saltado el lunes. Se sentía menos estresado que de costumbre y tenía media hora más; no abriría la oficina ni haría los mantenimientos correspondientes de inicio de semana, ¡era martes y tenía media hora más! Se acurrucó en la cama y lidió con cariño los empujones de su esposa.

─Hoy no es 15 José, hoy no toca.

A José no le importó y la siguió acariciando hasta que tuvieron un 15 ese martes que ya no era lunes. La besó como en aquellos días de adolescente, era curioso y arriesgado, incluso atrevido; descubrió paisajes perdidos en el cuerpo de su mujer, encontró olores a rosa marchita en las arrugas que empezaban a cubrir el cuello de su amante, se transformó en pulpo para atrapar los suspiros que escapaban de la cama. No sentía el cansancio del lunes, tenía la energía del martes. 

El miércoles despertó orgulloso y a las 6:00 sin despertador.

─Voy a salir a correr, querida.

–Usa la ropa que compraste el lunes, José; no la vayas a arrumar.

–Parece que hay otro yo los lunes, y el Yo de lo lunes tiene que ser muy inteligente, me organiza la vida de toda la semana─ pensaba en voz alta.

–¡Compórtate como el lunes!, la consideración se te fue y te volvieron los ruidos raros de la nariz, ¡suénate por lo que más quieras! 

Parecía bastante lógico que su nuevo Yo de lunes fuera más considerado: no la tenía que aguantar todos los días de la semana.

Al llegar a la oficina le pidió a su secretaria aplazar cada reunión aburrida o incómoda para el lunes próximo.

Uno de aquellos martes en los que José se sintió de nuevo con energía, despertó a su esposa para saltarse los quinces y recibió un golpe del que sería difícil recobrarse.

–Prefiero que si va a pasar más seguido, sea solo semanal, y los lunes. Seguro porque estás descansado del fin de semana. No te ofendas, querido, pero en verdad cuando lo intentas otros días,  es un desastre que quisiera no presenciar.

La ira lo tenía desubicado y no le era fácil controlarse. Decidió no conducir, sino tomar un taxi mientras consultaba su celular de última tecnología, seguramente adquirido un lunes.

–El Facebook me relajará un rato– pensó –Hace siglos que ni lo miro.

Setecientos ochenta y dos amigos, y veinte solicitudes lo sacaron de casillas, no entendía cómo su otro yo había podido incrementar la cifra de cincuenta y dos.

–Un hombre que sólo vive los lunes y ahora resulta mejor que yo.

Tiró lo justo que decía el taxímetro y se bajó lanzando la puerta.

 Para no ser interrumpido trató de cerrar la puerta de la oficina, pero se encontró con la mano de su jefe prohibiendoselo.

–Quiero hacer un contrato que se limite a los lunes. Me preocupa la próxima semana, con el lunes festivo; una semana de su mala actitud. Espero que el like que me pidió sirva de algo y podamos tenerle en genio de lunes a diario. Toda la oficina ha colaborado y con uno más lograremos la meta.

–Debe ser un regalado, perro fiel… y debe haber una forma de eliminarlo. ¡Quiero mi lunes de vuelta!

José no recordaba la página que había cambiado su vida por lo que googleó desesperado cada palabra que recordaba.

–Me estaré imaginando todo este tema– se dijo –me estaré volviendo loco y poseo dos personalidades.

José cabizbajo y humillado se fue temprano a casa. Su esposa frente al computador estaba a punto de hacer un clic. Se acercó silencioso y alcanzó a divisar el enunciado:

 Que el José de los lunes dure toda la semana

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