Todos los días, desde muy temprano, de camino hacia cualquier lado; en las ventanas de cada habitación en cada casa «estados» personales de los habitantes; desde que activan el interruptor de luz; Iconos o mensajes en menos de 140 caracteres.
🙂
Buenos días
Hoy el gran día :S
¡Café!
Zzzzzz…
¡Vive el día!
Se alcanza a leer desde la vía peatonal que se ilumina al paso de uno, hasta que la luz solar desactiva el sensor y la nueva naturaleza se abre; áreas de placas verdes adornadas con resistores, diodos, transistores, capacitores y leds en todos tamaños y colores.
Los días transcurren programados, todo está sistematizado, sin sorpresas, sin accidentes.
Todo previsto por nuestro señor desde sus entrañas de fibra óptica.
El Dios tecnología nos observa con sus grandes satélites orbitando, sabe quiénes somos, como somos, que nos gusta, con quien hablamos, el escucha lo que queremos, lo que odiamos, y a lo que tememos.
Su Santidad wi-fi nos cubre a todos con su manto informático, ¡Oh! gran proveedor de velocidad inalámbrica. Estamos todos a salvo con nuestro rosario USB en el pecho, como llavero, o en nuestros bolsillos librándonos de cualquier falta de espacio.
Aquí ya nadie carece; todos conectados, comunicados, intercambiando con su previo permiso.
En nuestros autos con rutas pre-programadas sobre la vía magnetizada. Es obsoleto manejar; ojos al frente, manos al volante, el paisaje, las prisas, el estrés, ¡el trafico!
En nuestros colegios o trabajos, todo más versátil y practico con nuestros escritorios táctiles activados a la voz de:
-Bien chicos, hoy trabajaremos en la página número 20 de nuestro curso de anatomía del «motherboard.» -Buenos días a todos, revisaremos el apartado número 13 del tratado migratorio sobre procesadores extranjeros.
Día tras día, años tras año le reverenciamos; adquirimos lo más nuevo, lo más sostificado. Así le agradecemos esta vida llena de comodidades.
Le veneramos todo el tiempo, incluso cuando dormimos. Nos metemos en nuestras cámaras del sueño y programamos lo que queramos soñar, sin olvidar antes dar gracias en mensajes de texto que enviamos directamente a la matriz del todo.
Y cuando despertamos, otra vez nos conectamos para desconectarnos; vamos y venimos sin presencia alguna, sin “alrededor” o “entorno.» Sin lugares informalmente propios, sin recuerdos alojados en cada rincón.
¿Quién gusta detenerse y ver, si ya cada vista está en la pantalla sobre mi mano?
Sin alguna empatía, sin “buenos días”, “buenas tardes”, “buenas noches”, “con permiso”, «por favor” o “gracias.» En las calles nadie habla, ajenos a toda circunstancia. Ningún calor, ninguna simpatía; sonrisa o mirada. Ahora todo es más limpio, más claro, mas frió.
¿Quién gusta de hablar personalmente, si la conexión está al alcance de un botón?
Tan modernos, tan solos. Por los siglos de los siglos; adictos a la salvación, Amén.
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