Un día de Noviembre de 2005, me encontraba como cada año, visitando a mi hermana y a su familia. A mi sobrino le acababan de comprar un ordenador con acceso a Internet, para ayudarle con sus trabajos escolares. Un día antes de volverme a casa, decidí usar por primera vez la Divina Tecnología de Internet. En la pantalla apareció la barra de google,¿qué podía buscar?,  me quedé unos instantes mirando fijamente el parpadeo del cursor y ¡de repente!, me vino  a la mente el recuerdo de un amigo que hacía más de 20 años que no veía, ¿qué sería de él y de su familia? la curiosidad me embargó. Localicé una guía donde poner su nombre y apareció una dirección y un número de teléfono. La Divina Tecnología de Internet se me había puesto en mi camino con algún propósito.

Era casi medio día y le llamé, cuando descolgó, recordé lo mucho que me gustaba escuchar aquella voz. Lo primero que se me ocurrió, fue preguntarle: ¿sabes quien soy?, lógicamente me dijo que no, que en ese momento no caía. Le dije mi nombre y enseguida me reconoció, le conté que estaba pasando unos días en Madrid y que se me había ocurrido saber de él y de su familia. Esa tarde el tenía planes y propuso vernos y hablar al día siguiente, hasta las tres no tenía que entrar a trabajar y mi tren salía a las cuatro, así que quedamos por la mañana a desayunar.

Al día siguiente bajé al portal a la hora acordada, miré a ambos lados de la calle y enseguida le distinguí a lo lejos. Sin prisa y algo tímido llegó hasta donde yo me encontraba, nos miramos a los ojos dando fe del paso del tiempo, nos saludamos con dos besos y echamos a andar, comenzamos a hablar como si retomáramos conversaciones pendientes del pasado. Entramos en una cafetería donde desayunar y poder seguir conversando, cuando terminamos el desayuno, él se levantó, recogió la mesa y volvió a sentarse. Metió las manos en los bolsillos de su cazadora y de uno, sacó una foto y del otro un mechero. ¡No me lo podía creer, habían pasado más de 20 años y aún conservaba esos recuerdos! Del mechero me acordé enseguida, yo se le había regalado en una ocasión durante los tres años que habíamos salido juntos, él fue el primer novio que tuve a los 15 años, era un mechero de la época; dorado, troquelado y con una chapa donde ponía mi nombre. En la foto aparecíamos los dos, junto a su hermana, tres adolescentes disfrazados un día de carnaval.

Me contó lo mal que lo pasó después de que yo tomara la decisión de cortar nuestra relación e irme lejos de allí, que siguió enamorado y que con el tiempo consiguió entender mi decisión y respetarla. Me dio la impresión de que ese amor  lo había decidido conservar y guardar en aquellos recuerdos, sentí profundamente el dolor que por aquel entonces tuvo que causarle mi decisión.

Salimos de la cafetería, a pocos metros vimos un parque donde poder sentarnos y continuar nuestra conversación. Al empezar a hablar del momento actual que ambos estábamos viviendo, nos dimos cuenta de que los dos nos encontrábamos en situaciones parecidas. Tanto él como yo llevábamos más o menos los mismos años viviendo con una pareja y nos sentíamos solos. Nuestras vidas eran grises y tristes, ambos estábamos queriendo resolver esa situación. Resultaba asombroso que coincidiéramos en tantas cosas, nos entendíamos a la perfección ¿cómo era posible que la persona que convivía con nosotros no nos comprendiera? A medida que íbamos hablando, más identificados nos sentíamos el uno con el otro.  

Pasamos una mañana muy agradable, llena de recuerdos, de emociones, cargada de sinceridad y complicidad. Habíamos recuperado una buena amistad que llevaba años dormida. Cuando llegó la hora de despedirnos, él me pidió mi número de móvil. A los pocos días me llamó, yo estaba trabajando, aproveché el tiempo del almuerzo para hablar con él y contarnos las decisiones que estábamos tomando para mejorar nuestras vidas. Los dos estábamos cansados de hacer lo posible para  que nuestras parejas se dieran cuenta  de que además de convivir, necesitábamos compartir y amar. Tanto mi pareja como la suya, vivían ajenos a nuestros sentimientos de tristeza y soledad.

A partir de entonces, decidimos cogernos de la mano y ayudarnos a superar las consecuencias que iban a tener nuestras decisiones. Estábamos dispuestos a romper con esa situación y valorar nuevas posibilidades que nos hicieran sentir vivos, la diferencia ahora era que ya nos sentíamos tan solos.

Hace seis años que decidimos convivir y compartir nuestras vidas, la experiencia anterior nos ha servido para aprender a amar con los ojos abiertos y no volver a descuidar la libertad de ser nosotros mismos. 

La Divina Tecnología me ayudó a conectar con una parte del pasado pendiente de vivir, había llegado la hora de retomarla y comenzar a vivirla.

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