¡Queridos sentidos!
Echo de menos una conversación durante una larga caminata, mis salidas al campo de los domingos. Echo de menos tantas cosas……..
Como cada mañana me levanto sobresaltada por el monótono y tedioso grito de mi despertador electrónico dispuesto con sutileza sobre mi mesita de noche. Me lanza un sonido agudo y estridente como si el mundo fuera a terminarse en una décima de segundo. ¡Maldita sea!( digo en silencio para mis adentros).
Sobrecogida decido levantarme y encender, de manera rutinaria, mi ordenador de sobremesa. Avanzo mis pasos hacia el cuarto de baño donde puedo ver mi cara blanca y mis ojeras profundas en el enorme espejo que me da la bienvenida devolviéndome mi propia imagen de recién levantada. Somnolienta, cojo el cepillo de dientes, electrónico, descargado como de costumbre, agonizando y pidiendo auxilio mediante esa lucecita roja que parpadea sin cesar. Tomo la rápida decisión de relegar la higiene para más adelante y decido ponerme a trabajar de lleno, no sin antes tomar un buen desayuno robotizado. Pero……¿Qué es eso de desayuno robotizado?
Estos últimos años me he convertido en un muñeca distraída y me he dejado seducir por mis propios aparatos electrónicos. Cada mañana realizo movimientos pausados, siguiendo un escrupuloso orden y una metódico ritual.
Abro el frigorífico, cojo la leche, la vierto sobre la taza, y la taza sobrevuela la barra de la cocina directa al microondas.
Los trozos de pan recién cortados, me esperan sobre la mesa deseosos de ser lanzados al tostador, casi con el mismo ímpetu que un jugador de baloncesto lanza una pelota hacia la canasta.
El exprimidor, exprime las naranjas hasta la última gota como si el zumo resultante fuese la pócima secreta de un loco destripador de naranjas.
Con sigilo y suspicacia la cafetera ruge haciendo deslizar el café humeante y oloroso hacia la jarra de cristal que permanece debajo abriendo la boca en señal de protesta.
Me siento en la silla, absorta en mi teléfono móvil, que dispara señales de luz, como un semáforo de Madrid en plena hora punta. Rojo, amarillo, verde, azul, y de pronto……..¡Tiene un mensaje nuevo!.
El tiempo del desayuno ha entrado a formar parte de la larga cadena tecnológica que invade mi vida desde que abro los ojos por la mañana, hasta que los cierro cuando se esconde el sol. Todo trascurre de la misma manera mecánica y sutil de todos los días.
¿Quién mueve los hilos de todo esto? Entre sorbo y sorbo de café, bocado y bocado de tostada, mi móvil parece volverse loco de atar, quince llamadas perdidas, treinta y dos mensajes nuevos, cincuenta mensajes electrónicos y veintiuna peticiones de amistad de facebook. Me tiemblan las manos. Es sobrecogedora la escena. Al instante, una fuerte vibración y la música de los Héroes del Silencio reclaman mi atención haciendo que mis sentidos caigan en el letargo y la desidia al escuchar la voz de mi editor detrás de las ondas magnéticas que la conducen a mi aparato telefónico.
¡La edición de tú libro se retrasa!¡Ha habido un fallo en la impresión de la hoja número 411!- me dice histérico-.
La mañana trascurre sin más incidentes, permanezco sentada en mi silla giratoria rodeada del portátil (frente a mí), el equipo de música (a mi izquierda), y la impresora escupiendo papeles (a mi derecha).¡Ah! y el móvil cerca de mi corazón del que no me despego ni a tiros.
Un pensamiento me sobreviene. ¿Cuál podría ser el título de mi próxima novela? quizá…»Erase una mujer a un móvil pegada» o «Erase un móvil a una mujer pegada» que al fin y al cabo viene a ser lo mismo.
Entre dimes y diretes, llega la hora de comer. ¡Santo Dios, al móvil se le ha olvidado mi cita con el editor! (Suena el teléfono).
– Se cancela la reunión prevista con la editorial. Una de tus representantes ha sufrido un accidente horrible su ipad se ha deslizado por su cartera y ha ido a parar de lleno contra las escaleras. Han ido despavoridos al servicio de urgencia, con las piernas temblorosas por miedo a un diagnóstico fatal. Por desgracia se ha dañado internamente y ha sido imposible su reanimación. A las tres, se celebrará un homenaje por su buen hacer y su trabajo en las escaleras dónde tuvo lugar el incidente.
Es brutal, pero la tecnología ha entrado tan de lleno en nuestras vidas que no sabemos cuando acaba la fantasía y empieza la realidad, o viceversa.
¿Nos hemos convertido la raza humana en autómatas, seres solitarios y confusos? ¿Es necesario ir andando por la calle con los cascos puestos a pique de morir atropellado y con la mirada fija en la pantalla del móvil para caernos de bruces al menor impedimento que se nos cruce por delante?
Parémonos a pensar en nuestra vida actual. ¿En qué basamos la mayor parte de nuestro tiempo? Nuestra vida se ha convertido en el devenir y avance de las nuevas tecnologías y el progreso, pero no debemos hacer de ella una reclusión o una vuelta hacia las cavernas de antaño. No podemos olvidar dónde acaba el sentir, no dejemos que un abrazo se convierta en la imagen de un emoticono en nuestras pantallas, no sucumbamos a la parsimonia de hacer que una conversación entre amigos se convierta en una charla inerte a través del whatsApp.
Los sentidos necesitan ser estimulados, puestos a prueba, despertados del letargo en el que viven desde hace años, porque si no corremos el riesgo de que mueran aburridos por la inminente presencia de algo superior (llamémoslo Dios de la tecnología) que los arrastra hacia las gélidas aguas de un mundo desierto y carente de amor.
Brindemos porque nuestra vida no quede reducida a una vida virtual sumida en una hipnosis latente de tecnología, dejemos que entre el sol en nuestras vidas y caliente nuestra alma elevando nuestros sentidos hacia la búsqueda de un sentimiento escondido, volvamos a ser niños, a compartir juegos de mesa tan dejados en el olvido.
P.D:¡Espero que en esta incesante búsqueda, vosotros, mis sentidos, no estéis dormidos, y podáis nacer de nuevo al notar este mi anhelo que hoy ha florecido!
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