El nuevo dios: La tecnología.

El nuevo dios: La tecnología.

Sandra Muñoz

31/01/2013

Desde Emmanuel Kant la mayoría de los filósofos coinciden en que los individuos perciben la experiencia basada en categorías básicas de tiempo, espacio y causalidad, pero nuestra época de virtualidad esta creando otro tipo de experiencias básicas.

Uno de los aspectos más deplorables del incremento en el uso de la tecnología y todas sus herramientas es una inevitable reducción de las experiencias al plano bidimensional, todo nuestro conocimiento y experiencia es filtrado por dos dimensiones visual y auditiva, básicamente a través del uso de pantallas. La experiencia se desenvuelve en el plano bidimensional aunque existe la sensación tridimensional, no deja de ser una sensación, una apariencia, pero nuestra vivencia táctil, olfativa y quinestésica no existe.

¿Esta experiencia continua generada en lo bidimensional nos hará a la larga perder la capacidad tridimensional, espacial y quinestésica en el uso de su cuerpo?. La creación, la maniobrabilidad, el equilibrio, la armonía podrán verse afectadas? La vida misma ha tratado de compensarlo, quizá por medio de los deportes de riesgo extremo y otras actividades que antes no hacían parte de nuestra cotidianidad, y que se presentan ahora como un desahogo estrepitoso y momentáneo donde pareciera no tiene el ser humano espacio para el silencio y la calma.

Las redes sociales nos lanzan a relaciones cada vez más superficiales, no tenemos el tiempo para atender tantos llamados, cada persona es un mensaje de texto casi siempre mal atendido que se convierte en la norma. Antes un saludo involucraba una serie sentimientos e intereses que hacían de ese momento algo muy grato: ¡Que bueno verte!, ¿Cómo has estado?, ¿Cómo esta tu familia?, ¿Cuándo vas por la casa?. Era claro el interés sentido por el bienestar del otro; ahora la norma es “el resumen”. La frialdad hace gala ahora en nuestras vidas sociales, no hay paciencia para personas que busquen afecto, estamos ahora en lo concreto, lo inmediato.

El ego se luce con más facilidad que antes, pro lo que la humildad es cada vez más escasa, “soy lo que represento” …no lo que valgo realmente. Somos en las redes sociales una competencia de vallas, ponemos en nuestro perfil lo que consideramos es lo mejor de uno mismo, y nos promocionamos colocándonos en una estantería, donde al llegar a ser vistos servimos también de objeto superfluo para mejorar a otros…”este contacto me sirve, este me queda bien agregarlo a mi red, este subirá mi perfil”. Nos estamos perdiendo de lo bello por estar inmersos en lo superficial.

Sumemos el anonimato, pues cada uno puede a su vez tener varias vidas secretas en las que puede percibir a su vez otras vidas secretas o irreales de otros. En las redes sociales las personas no se conocen a fondo, cada uno está protegido por la armadura de su frivolidad, las relaciones sentimentales entran en esta trampa de sufrimiento y horror. Las relaciones sentimentales nacientes se abordan a partir de estrategias sugeridas por la psicología de la seducción, nunca en una perspectiva de comprensión ni entendimiento, por lo que son a veces realciones que nacen a partir de la manipulación del entusiasmo y otras herramientas subliminales.

No hay una exigencia en la vida cotidiana a menos que esta tenga su recompensa en los términos de la inmediatez. La inmediatez marca la pauta de comportamiento actual gracias a alas tecnologías, inmediatez en las actividades rutinarias,  inmediatez en las relaciones e inmediatez en los juicios, es decir en la forma en que desclasificamos. Un ambiente de superficialidad y de banalidad que va menoscabando calladamente nuestras reservas de fe, de sentido de satisfacción por la vida y de identificación con los demás.

La vida debería adquirir sentido a través del otro, pero “el otro” cada vez se parece mas a un software creado con características diferenciadas dentro de varias categorías previas. El otro, el amigo cada vez más virtual, más plano, más superficial, así no hay como a través de él ver a Dios. No hay manera!,  porque si bien es completamente frecuente y abundante la comunicación, esta comunicación es completamente hermética al sentir privado. No se alcanza a reconocer al otro como propio, como parte de nuestra vida, gracias a la tecnología el otro siempre esta distante.

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