“Cuanto más inteligentes son los aparatos, mas estúpidas son las personas”

Me había encontrado con ese pensamiento-slogan varias veces en los últimos días. Vaya –me dije- parece que el colectivo carpista está adquiriendo fuerza. Los carpistas son considerados gente nostálgica del pasado: no aprueban los telesensores ni los nuevos métodos de reproducción artificial, entre otros “inventos para conseguir una vida plena”. Los más radicales quieren incluso volver a trabajar la tierra con las manos. Tengo que reconocer que, cuando inventaron los telesensores, yo tampoco era muy partidaria de su utilización. Fue mi marido quién enseguida se entusiasmó y quiso que ahorráramos para comprar un aparato. Después me fui enganchando poco a poco, y ahora no pasa un día en que no lo utilice.

Se me hacía raro estar conectada a las terminaciones nerviosas, gracias a los empatizadores que se les implanta, de los deportistas de élite, los amantes del riesgo, los viajeros de lugares peligrosos, las actrices del porno, y todo aquel que vendiera sus sentidos ( a un precio desorbitado, por cierto) para consumo de un público ansioso de emociones.

Me daba miedo percibir con la misma intensidad las sensaciones de quien lleva su vida al límite. Sentía una especie de pudor, de intrusismo, que pronto conseguí olvidar. Porque de olvidar se trata: un trabajo alienante, una vida anodina, una naturaleza inhóspita, desaparecen al conectarnos los sensores del aparato.

Aquel día, necesitaba una experiencia relajante, así que, al llegar a mi departamento, tiré el bolso en el sofá, y rápidamente me puse el casco y los guantes para conectarme con el programa “Naturaleza Directa”. Un buceador exploraba apaciblemente los mares de coral. No necesité siquiera subir la temperatura del agua, y pronto me encontré entre peces de colores y arborescencias rosadas. Mi marido, al lado, jugaba un partido de futbol en su telesensor.

En la cena, me comentó que el parlante de las noticias había informado del descubrimiento de una mujer joven, asesinada en los altos de la ciudad, con el cuerpo desgarrado por colmillos, presumiblemente caninos. Lo más intrigante era que habían descubierto unos empatizadores en su nuca. Aún no se sabía quién era y a qué se dedicaba, pero no parecía pertenecer a ninguno de los canales transmisores de vivencias.

-Debía de pertenecer a algún canal ilegal – conjeturó.

-Pensé que las compañías tendrían las transmisiones más controladas –respondí con inquietud.

-Nadie controla eficazmente a las mafias –contestó.

-¿Y quién puede querer sentir la vivencia de alguien que va a morir de esa forma tan cruel? Reflexioné en voz alta.

-Quizá el perro también llevara empatizador

-Solo de pensarlo se me revuelve el estómago,

-Han anunciado también, -me informó cambiando de conversación- que van a incorporar el sentido del gusto y del olfato a los telesensores. Ahora podremos saborear comilonas sin que se nos dispare el colesterol, ni los kilos.

En la cama, me acurruqué contra su espalda buscando algo de calor humano, una caricia que me hiciera olvidar este mundo que parecía írsenos de las manos.

-Estoy cansado –me dijo.

-Seguro que has estado conectado a alguna vivencia porno.

-Si, pero solo una vez.

-Prefieres el sexo virtual a hacerme el amor, hace tiempo que tú y yo apenas tenemos contacto físico

-¿No estarás celosa de unas mujeres que ni siquiera conozco? –me cortó.

-No son celos, es que necesito sentir el roce de tu piel, necesito tenerte cerca.

-Ya te he dicho que estoy cansado. ¿Por qué no te conectas a una vivencia sensual? No entiendo esa reticencia tuya.

-Si, quizás tengas razón.

Me levanté de la cama para dirigirme al salón. Mi frustración y rabia necesitaban saber más. Conecté el ordenador de bolsillo y tecleé la palabra: Carpista.

“Seguidor de la secta que debe su nombre al activista Jerónimus Carpio, primera víctima mortal del movimiento involucionista, fallecido en la manifestación del 20 de Abril de 2057 a consecuencia del disparo de un agente del orden….(sic).

El movimiento involucionista pretende una vuelta al pasado y se opone radicalmente a todo tipo de vivencias recreadas a través de sensores por considerarlas antinaturales y extremadamente peligrosas….

Continué leyendo la información del grupo considerado pseudo terrorista por los Estados evolucionados y pensé que quizás no todo estaba perdido. También recordé a Marius, un antiguo compañero de trabajo, despedido por ser sospechoso de activismo antisistema del que creo, conservaba el contacto de su móvil. Había entendido que luchando por cambiar la sociedad, podría cambiar mi propia vida.

 

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