Querida abuela:

Hoy tengo necesidad de escribirte para hablar contigo.

Ya hace tanto tiempo que no te veo, te busco y no te encuentro, te llamo y no me contestas ¡Te echo de menos! Tu cara se difumina ante mis ojos con el paso de los años, pero tu corazón sigue vivo en mí.
Ya casi soy abuelo y todavía soy niño cuando estoy contigo. Te recuerdo siempre a mi lado, percibo el calor de tu cuerpo en las noches heladas y no por frío ¡sabes!, sino por vacío, soledad, nostalgia, años … no sé, quizás porque me hago mayor.
A lo largo del día ya no percibo tu aroma, tu presencia. ¡Me acuerdo mucho de tí!, de tus consejos de tu amor materno e incluso de aquél moño blanco que llevabas y de tus andares enérgicos, los que a veces era incapaz de seguir.

Sabes abuela, ahora ya casi no hablamos con los padres ni con los hijos. Todos andamos estresados por este mundo materialista, lleno de violencia, de corrupción, de guerras y de envidias. Las televisiones, la informática …. los móviles, han modificado nuestro sistema de vida, robándonos el poco tiempo libre que tenemos para hablar y convivir, para jugar y abrazarnos.
Aquellos años de mi niñez que pasábamos juntos, se fueron veloces como el viento, allá en nuestro pueblo, nuestra tierra, con el abuelo, nuestra casa, la huerta, ….. las gallinas ¡Qué tiempos abuela! A veces me gustaría volver a vivir de nuevo aquellos momentos, mas que nada para cogerte de la mano y poder contarte mi vida.
Sabes abuela, mis hijos ya crecieron y dejaron de ser niños, como cuando los conociste. Están a punto de casarse para ser también padres.
Me gustaría frenar esta vida porque va demasiado aprisa, pero soy incapaz siquiera de ralentizarla. El viento sopla fuerte y la calma de la primavera ya casi no la recuerdo. Mi pelo se va poniendo blanco y mis recuerdos me abruman.
¡Ay abuela como te echo de menos!
Te acuerdas en aquellos inviernos en el pueblo con nieve y frío, en las navidades cantábamos villancicos al lado de la estufa y el abuelo tocaba aquella zambomba de corcho con piel de oveja. Fuera los tejados se iban cubriendo mansamente de nieve.
Cuando estaba enfermo, tu cuidabas de mi, pasabas noches enteras, poniéndome paños de agua fría para bajar la fiebre …. tus besos, tus consejos y caricias.
Sabes, para mí siempre seguirás siendo mi abuela y yo tu niño. Te recordaré hoy y siempre ….. ¡Porque te quiero!

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