Y libranos del mal, amén.

Y libranos del mal, amén.

 Después de un tiempo que nadie se molestó en calcular, regresaron a la superficie. Nada llegaba a ser como habían imaginado en el peor de sus sueños, olvidados entre mugre y cieno que supuraba las paredes del refugio y sus propias venas. El más pequeño ya había comenzado a hablar, vomitando sus primeros gritos de horror entre mimos fríos de unas manos que presionaban con fuerza su pequeño y deforme cuerpo.

Después de un tiempo que nadie se atrevió a olvidar, regresaron a su encuentro. El día olvidó su turno, y la sombra más oscura bailaba entre calles moribundas de las que todavía colgaban los farolillos rojos y verdes de la última celebración.

Después de tanto tiempo que el abuelo negaba, los primeros pasos hicieron resonar los oidos de los que esperaban.

El cielo oscuro. Un cielo imaginado. Un cielo prometido. Un cielo inexistente. Diez sobrevivieron. La red quedó bloqueada. Descansemos en paz.

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