Con mis pasos voy despertando al barrio. Soy el lejano y molesto eco que carraspea y escupe. Soy, con mi andar, la causa de los bostezos, la causa de un abrir de ojos, la causa de la mañana. Pero todavía está de noche. No sé si por este barrio hay mucha gente que se levante de noche. Qué buena elección fue aceptar el gabán de mi tío, estoy envuelto en un ropón viejo, no me importa que se me pegue todo el olor de ancianidad, todo el olor de una buhardilla, de un arca rasgada/arrugada con los años. El aviso en la lontananza de un tranvía que llega a su parada, suena a campanario del Medievo, es como si a la vuelta de la esquina me fuera a encontrar con todo el paisaje urbano retrotraído seis siglos atrás. Parece que alguien se mueve en el recoveco de la calle, es el quiosquero, que coloca los periódicos con desgana, como si perdiera el tiempo haciendo tal cosa. Es un hombre mayor, con las cejas como musgos grises, tiene cara de haber llevado una barba histórica en su juventud, quizá la Transición, entonces sí colocaría los periódicos con avidez, apasionado, como si fuera él quien transmitiese las noticias. Aquello hubo de ser el periodismo, sin duda.

Sí que hace frío. En el telediario de las 6  ha dicho el hombre del tiempo que viene una ola de frío siberiana. No quiero ni imaginar el helor que hará en el pueblo, aquellas calles empedradas, aquellos hombres de boina y seriedad, que no se ven por aquí, porque aquí en la ciudad se lleva más el bigote corto y blanco a juego con la media sonrisita, un bigote que expresa elegancia y buen caudal, un bigote que dijera buenos días, señor, parece fresca la amanecida, y el hombre de boina y seriedad, cejas, no de grises musgos, sino de ¡pelos como sarmientos sin podar! (por jugar un poco con la jerga campestre, vaya), le contestaría, se avecina un nevazo que ni el de 56. Aquellos sí que debieron ser buenos tiempos, para el campo, digo. <<…a mí me gusta cuando llueve en agosto, hace que recuerde cosas>>. Otra vez me asalta ella y la última conversación que tuvimos. Será mejor que me tape la boca con el cuello del gabán y piense en otras cosas, ¿piensan en otras cosas los que se me empiezan ya a cruzar con sus pantallas en la mano? Internet podrá ser el mayor logro de los últimos tiempos pero esto no quita para decir que demasiada información, al cabo, termina siendo infoxicación, como leí yo en algunos apuntes perdidos. Pensar en, pensar en, esto ya no se lleva, no hay tiempo para la elucubración, no queda tiempo para nada, son las ocho menos cuarto y ya pasea la gente por sus mundos virtuales, y del suelo que pisan, nada saben apenas. Entonces yo qué hago aquí, añorando el pasado, añorando mi pueblo, añorando un campanario. Las pastillas, el hombre del tiempo, el periódico de papel, el gabán de viejo. Todo me ha convertido en un ser de lejanías.

He llegado a la parada del tranvía y muy al horizonte del mar celeste se intuye el amanecer. Pero aquí, estamos todavía de noche. Hay una mujer que fuma un cigarro que echa mucho humo. Está envuelta en su vapor tóxico, tiene como cuarenta años, pero guarda una belleza nórdica en su rostro, está mansa, rodeada por esa aurea fantasmagórica que es el aliento de su cigarro. Mi vaho y su humo se enlazan, se entremezclan. Es como si nos hubiéramos dado un beso transparente en el aire. <<Una ola de frío siberiana…las temperaturas más bajas del año…>>, qué acierto el gabán de mi tío. Qué acierto haber subido aquella tarde a la buhardilla, allí estaba él, con su porte barroca, como un poeta del Siglo de Oro, rodeado de libros y periódicos que llegaban al techo. <<El edificio donde se ubicaba la redacción del diario Madrid fue volado por los aires el 24 de abril de 1973, sin duda un acto simbólico que zanjaba las primeras incursiones democráticas durante la dictadura franquista>>. Aquello hubo de ser el periodismo y no lo de ahora. Junto a ella, me asaltan también los apuntes, este repaso mental para mi examen de las nueve ¿Monarquía parlamentaria o qué?, ¿apoyo al Rey o qué?, ¿legalización del PCE o qué? Aquello sí, aquello sí debió ser. Ahora estamos en crisis y hay muchas páginas para la sección de economía, los primeros asientos de los consejos de administración de los periódicos los ocupan banqueros, ahora estamos en crisis, y sólo vale lo que vale, esto nos pasa por haber fundamentado la economía en principios erróneos, en principios que han ido en contra del hombre, en desconfianza del hombre, el hombre es un lobo para el hombre, venga ya, ¿dónde están los valores que ensalzan la bondad y la humanidad del hombre?, <<A mí me gusta cuando llueve en agosto, hace que recuerde cosas>>, nada más que acuerdos y acuerdos, un constante temor a la desconfianza del hombre. Pero qué más da. Ahora ya no. El pensamiento y la elucubración no tienen nada que ver con el examen, que es tipo test. Es más, si escribo algo en la hoja del tipo test, la máquina que lo corrige falla, da error, se rompe. Así está el mundo, frágil de pensamiento. Me agrada que me acaricie el humo de la cuarentona, es como un brasero amanoso. <<A mí me gusta cuando llueve en agosto, hace que recuerde cosas>>, ay, niña en tu levar, a qué mares me llevas, ojos de pez felino, niña sola y amarga como un trago de sal.

El tranvía va llegando y trayendo, tras sus espaldas, el naranja del alba. La mujer da caladas acelerada y se afea un poco. El tranvía se va parando ante los pocos que aquí esperamos. Los pasajeros que ya van dentro nos miran como si fuéramos espectros aún de la noche. Se abren las compuertas y al entrar al calor del tranvía es como si entrara a la realidad, las primeras conversaciones, los contactos con los cuerpos, la radio. La vida del día comienza aquí, todo lo anterior es un prólogo que nadie lee. Creo que voy a hacer un buen examen. Esta tarde relax, leeré algunos versos para caer pronto en sueños y dormir lo que no he dormido.

Quizá me levante otra vez de noche.

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