Juan Francisco de Diego Olmedo, Juanfra para sus padres y amigos, fue uno de los primeros usuarios de la Zona Wi-Fi, que el excelentísimo ayuntamiento de su ciudad tuvo a bien poner justamente en el parque de al lado de su casa. Era el primero del país y el tercero de Europa por extensión de zona Wifi según la propaganda municipal. Para Juanfra, constantemente enchufado a su ordenador, fue la mejor campaña electoral que pudiera soñar, e hizo el firme propósito de votar a ese alcalde en cuánto cumpliera los 18, al año siguiente.

Juanfra iba para genio e iba deprisa. Había obtenido una autorización especial para empezar sus carreras universitarias, así en plural, a los 16 años. Cursaba ahora segundo de Telecomunicaciones y primero de Físicas. Pensaba incluir también la de matemáticas, pero aceptó retrasarla hasta que las otras estuvieran más avanzadas como le aconsejó su padre. Tiempo habría. También le fue fácil, con la facilidad que le proporcionaba el parque wi-fi seguir el otro consejo de sus padres, que había sido el objeto casi único de riñas y discrepancias con ellos: “que salgas Juanfra, que no puedes estar encerrado todo el día en casa estudiando”. Ahora, si hacía buen tiempo, salía al parque con su ordenador, y al menos le daba el aire como decían sus por otra parte evidentemente orgullosos y amorosos padres.

Juanfra llevaba unos día dándole vueltas a la idea de que había que considerar el espacio-tiempo no como un lugar o un instante sino como una situación, un acontecimiento, algo dinámico en absoluto estable, variable desde luego. Da vueltas y vueltas de banco en banco, de alameda en alameda, y acaba sentado debajo de un árbol. Sigue con sus cavilaciones y se agita un tanto nervioso. En uno de esos movimientos involuntarios, de golpe, cambia completamente la configuración de su ordenador. La pantalla muestra un extraño buscador, una cadena anudada, parecida a la configuración del genoma, con opciones de todo tipo. Juanfra navega un buen rato asombrado por todo el caudal de información desconocida que ofrece esta conexión.

Llega en ese momento Marta, compañera y colega, y Juanfra se levanta atropellado para enseñarle esta maravilla e inmediatamente la configuración vuelve a ser la de siempre con la entrada de Google. Se sientan ambos en un banco, allí mismo, pero no encuentran nada de lo de antes por mucho que buscan. Van debajo del árbol, recorren la zona y nada, ni rastro de la ventana mágica que Juanfra ha disfrutado.

Al día siguiente y en los posteriores, Juanfra busca muchas veces la extraña configuración, que no vuelve a aparecer… Juanfra está desilusionado porque ha visto las extraordinarias posibilidades que esa conexión tenía para progresar en el conocimiento humano y ¿por qué no? las posibilidades para su propio triunfo personal. Está acostumbrado a los elogios a su inteligencia, pero la verdad es que no se cansa por ello; es como un veneno y le encantaría ser un gran sabio triunfador, ¿para qué nos vamos a engañar?

El tiempo pasa y, a su pesar, Juanfra ha de olvidarse del asunto. Hoy pasea por el parque con su Tablet, encendida como siempre, pero sin hacerle ningún caso. Esta vez Juanfra piensa, fíjense ustedes, en la vida y en la muerte, en la incapacidad de obtener una respuesta científica, como le gustaría, al problema de la existencia humana. En realidad, tanto saber y no sabe dónde va a ir a parar él mismo, si es que va a ir a algún sitio: ¿en el principio estaba la nada y explotó?, y la onda de esa explosión creaba mundos y sistemas al atravesar, ¿qué?, ¿otra nada? Y con todo eso en un puntito insignificante allí estaba él Sin pretenderlo, está en el sitio exacto donde se produjo la aparición mágica del buscador genoma. En un instante la configuración de su tablet cambia y, sin manipular, le lleva a una multitud de respuestas a sus pensamientos. Sólo con su pensamiento sin guía, ratón ni toque la tablet le lleva a velocidad de vértigo a unos conocimientos más allá de todo lo sabido…. Lo que llega y obtiene es asombroso: física, medicina, inventos, noticias futuras A Juanfra no le cabe duda: ha conectado con el internet del futuro, no hay otra explicación.

Hace una prueba, Juanfra piensa en él mismo y aparecen millones de entradas con logros de todo tipo. Él es el sabio de su época, el descubridor-inventor más grande de la historia, de todas las materias, todo lo ha tocado… Aparece nombrado como el cerebro más importante de la historia de la humanidad, el que la hizo avanzar hacia metas inimaginables… Juanfra, tumbado bajo el árbol tiembla: él quiere saber qué tiene que hacer para que eso que parece que ha sucedido en el futuro suceda de verdad. La respuesta se presenta diáfana, Juanfra ha logrado todo ese conocimiento porque lo ha bajado del internet del futuro pero… eso es una paradoja, es un imposible: Si él ha logrado todo eso porque lo ha bajado en el presente del internet del futuro, pero el futuro es el que es, gracias a los avances que Juanfra impulsó en el pasado, ¿de dónde en definitiva han salido los conocimientos? ¿cómo es esto?… Resulta que si Juanfra no hubiera accedido al futuro ese futuro no hubiera sido así. Juanfra queda bloqueado ante esta paradoja cuántica. Resulta que la fuente del futuro es el propio futuro….<?xml:namespace prefix = o ns = «urn:schemas-microsoft-com:office:office» />

Todo a partir de aquí es una tragedia. La paradoja le trastorna, Juanfra se vuelve loco…. Han de internarlo…. Sus facultades se pierden No puede estudiar, no tiene imaginación, es un muchacho retrasado e inepto para pensar y, lo que es peor, también para vivir.

Vuelve a su casa en estado casi cataléptico. Sale a pasear por el parque siempre acompañado. Ya no usa ordenadores, smarts, tablets ni nada parecido. Hoy pasea con Marta. Ella sí que lleva un mini-ordenador, apagado por supuesto para que Juanfra ni lo vea Se sientan junto a un árbol… Enciéndelo, Marta, por favor, pon mi nombre en el buscador, suplica el muchacho a su amiga.

Marta cede por no llevarle la contraria y ve asombrada como el buscador genoma aparece. Pero en el resultado de la búsqueda del nombre de su amigo, no hay nada. El nombre de Juan Francisco de Diego Olmedo no es nada en el futuro. El conocimiento ha progresado pero Juanfra no lo ha protagonizado… La humanidad va, la humanidad sigue a su destino, particular y general, guiada por la Providencia y protagonizada por todos, pero sin depender de Juanfra, sin depender de ti, sin depender de mí, sin que manzanas tecnológicas del árbol de la ciencia nos puedan llevar a engaño sobre nuestra condición.

JAVIER OROZ

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