Ese día Viernes, 12 de Febrero, sonó mi despertador a las 7 de la mañana cómo todos los día y…cómo todos los días,  medio dormida dí una palmada para que se encendiera la luz. Viendo que no se encendía dí dos palmadas para que se abrieran las persianas.

Me dí entonces cuenta que mis manos no funcionaban , me vestí rapidamente y me fuí al hospital. Cuando entré en el hospital las puertas se cerraron de golpe a mi espalda y al volverme asustado, vi a mucha gente que quería entrar. Tenían las palmas de las manos quemadas y los ojos cerrados, el sonido que se oía era pi, pi, pi.

Subí las escaleras, las cuales ya nadie usaba, pues los parámetros de salud habían cambiado en poco tiempo. Antes teniamos que andar y subir escaleras, ahora necesitamos engrasarnos para funcionar.

Cuando llegué arriba me dijeron que me tenía que atender una enfermera humana porque se habían estropeado todos los circuitos del hospital. Cuando la enfermera me cogió las manos con cariño, mi memoria histórica me transportó a mi niñez, me dijo: no se preocupe que enseguida lo curo, no le va a doler. Hacía tiempo que no notaba mi corazón, pero, en vez de escuchar pi, pi, pi, escuché bom. bom.  ¡Que dulzura!

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