¿Te has enterado? Charo, la del quiosco , ha cerrado.

No me lo puedo creer. La quiosquera de toda la vida, donde yo compraba cromos de pequeña, donde compraba revistas juveniles. Donde mi madre encargaba los libros del colegio. Como tantos otros pequeños comercios de barrio la crisis ha hecho que tenga que echar el cerrojo. El otro día bajó la persiana por última vez.

Y la sensación que tengo ahora mismo de pena y miedo a la vez me desconcierta. Pena, por no volver a entrar en ese minúsculo local donde tantas tardes iba con unos cuantos duros a comprarme chucherías. Y miedo, también. Pero un miedo nostálgico. Miedo a pensar que yo le compraba sellos y sobres de colores para escribir a mi familia lejana en distancia pero cercana en sentimientos. Miedo a pensar que cuando yo tenga hijos no podré ver como ellos cogen de su cajita de colores, hojas para escribir y sobres donde pegar un sello,como yo tantas veces lo hacía. A mi me encantaba. Solía escribir ante la atenta mirada de mi madre,y luego ella me acompañaba al buzón y echaba la carta.

Miedo a pensar que, a pesar de tener tan solo 36 años, parezco una anciana con sus recuerdos de juventud.Pero es una realidad, los sobres y los sellos ya no tienen el valor que tenían hace unos años. Ahora mandamos mails, wasaps,toques virtuales a través de nuestras redes sociales. 

Yo no he vuelto a sentir la alegría de abrir el buzón y encontrarme con un sobre de color rosa, con dibujos de mariposas y flores que me mandaba mi prima Susana desde Valladolid. Al contrario, solo encuentro frialdad entre la  propaganda y  las facturas, y dentro de poco, creo que ni tan siquiera eso.

Cuanto adelanto tecnológico,y cuantas facilidades y comodidades nos proporcionan muchos de estos aparatos que hoy en día, todos o casi todos tenemos y sabemos utilizar. 

Pero,¿ qué queréis que os diga?,.Seré una nostálgica empedernida, pero yo sigo pensando que era mucho más feliz cuando no tenía correo electrónico,  cuando mi máxima alegría era bajar al quiosco a comprarme una revista o un tebeo y unas chuches, cuando podía bajar al parque, a la calle, a jugar, correr y saltar sin miedo a que me pasara algo. Era mucho más feliz cuando mi televisión solo tenia  2 canales y aun así me peleaba con mi hermana Guadalupe, y cuando teníamos el privilegio de alquilar una peli en el videoclub del barrio para el sábado por la noche y las dos nos pasábamos horas decidiendo qué película ibamos a alquilar esa vez. Casi siempre elegía ella,porque es la mayor y porque yo, sinceramente, no era ni soy , aficionada al cine. Pero era una excusa más para estar juntas, era un juego que formaba parte de nuestra infancia. Era un lazo más de nuestra relación de hermanas.

Ahora contratamos paquetes que incluyen tantos canales que muchos de ellos ni siquiera sabemos que existen. No hay día que no  ponga la tele y descubra un canal o programa nuevo  y por supuesto aún habiendo más de un televisor en casa, y siendo tan solo dos personas los que vivimos, siempre hay peleas por el mando, peleas por elegir el canal,peleas porque la tele está muy alta. Nada que ver con el rato de concordia y diversión que nos proporcionaba esa enorme tele de culo ancho, sin pantalla plana, ni plasma , ni leds.

Es cierto, no teníamos internet, ni existía la posibilidad de sentarte delante de un ordenador como ahora y poder hablar en tiempo real con una persona que estuviera a muchos kilómetros.

Tampoco teníamos la posibilidad de coger el teléfono móvil y saber en cualquier momento dónde se encuentra cualquier persona. Pero nunca lo necesitamos. Todos sabíamos a donde íbamos  donde estábamos  a que hora encontrarnos. En cambio ahora, si salimos de casa sin el móvil  nos encontramos totalmente perdidos. Yo, la primera. 

Ojalá todo volviera a ser más sencillo, ojalá pudiera bajar a la calle y encontrarme con mis amigos, sin mensajes, sin wasaps, solo siguiendo el ritmo de nuestras vidas que van pasando lentamente, comiendo chucherías y leyendo sentadas en un escalón del parque. Y por supuesto, ojalá Charo, la quiosquera, no tuviera que cerrar el quiosco, bajando la persiana de uno de los lugares que han sido centro de nuestra infancia y juventud, y donde para siempre quedarán guardados nuestros recuerdos, nuestras risas infantiles, ese olor a libros de texto nuevos y esas caritas encendidas de ilusión.

Sin duda la tecnología nos aporta grandes soluciones, nos ayuda,nos facilita las cosas pero, ¿qué pasa con los sentimientos? No creo que la tecnología sepa de ellos. De hecho , dudo que la tecnología pueda nunca llegar a nuestro corazón.

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