Encendí la computadora. Era un día como cualquier otro, una rápida revisión de mi correo electrónico y del facebook, lo mismo de siempre… ofertas por internet, cursos, cuentas por pagar y en el facebook lo de costumbre, el amigo que presume sus avances en el gym, el otro que pone las fotos de cada una de sus comidas, el que hace alarde de su deporte favorito, la que publica las postales con mensajitos positivos, la que comparte todo lo que llega a su muro, el que postea imágenes y frases de Dios y oraciones y más oraciones… ¡que fastidio! ¡y que pérdida de tiempo publicar oraciones para Dios! ¿Acaso Dios tiene internet? ¿Dios las va a leer? Sonreí para mis adentros y salí del facebook, no entendía porqué la gente pierde el tiempo tontamente. Tengo cosas más importantes que hacer, como trabajar por ejemplo. No es que no crea en Dios, ciertamente creo con todo mi corazón, pero me parecía absurdo que hasta Dios estuviera en el facebook. Mi vida diaria llena de problemas, de prisas, trabajo y cosas mundanas no me dejaba tiempo para detenerme a hacer una oración y tampoco creía necesitarla.
Eran las diez de la mañana cuando sonó mi celular, era el amor de mi vida, el único hombre que en verdad había amado, estaba muy grave. Ingresó al hospital en un estado crítico y al paso de las horas su condición empeoraba rápidamente, para la tarde de ese día era trasladado a terapia intensiva con un diagnóstico alarmante, los médicos temían por su vida. Esa noche fué horrible, la pasé llorando desesperada, ansiosa, impotente ante una situación que me rebasaba totalmente. No podía hacer nada absolutamente, sólo esperar.
Encendí la computadora tratando de distraer mi mente en otra cosa, entré a youtube y busqué la canción favorita de él, la que siempre escuchabamos juntos, la que nos hacía pasar hermosos momentos y sin quererlo comencé a llorar otra vez… entré al facebook para ver nuestras fotos, para recordar su cara de niño y su sonrisa que tanto amo. En ese momento sonó mi celular, era mi cuñada Claudia… _¡Leticia, ven rápido al hospital! Tino está muy mal, ¡por favor apúrate! En ese momento, mis ojos se fijaron en el post de mi amigo Jorge… Una hermosísima poesía de Mario Benedetti que yo ya conocía, pero que nunca como ahora me parecía más bella, porque me recuerda el milagro de la vida, la fé y la esperanza en los milagros. En el hospital tomé mi celular y busqué la misma poesía para leerla otra vez, Cuando estuve frente a Tino, un nudo se atoró en mi garganta, le tomé la mano, estaba en coma, ausente, como dormido, me acerqué a su oído y le dije en un susurro, Mi amor…
«No te rindas, por favor no cedas,
aunque el frío queme,
aunque el miedo muerda,
aunque el sol se esconda y se calle el viento,
aun hay fuego en tu alma,
aun hay vida en tus sueños,
porque la vida es tuya y tuyo también el deseo,
porque lo has querido y porque yo te quiero…»
Entonces sucedió el milagro, abrió apenas los ojos y esbozó una débil sonrisa y me apretó la mano, yo no podía creerlo, salió del coma ¡estaba vivo! me sentí feliz y lo cubrí de besos y dije: ¡Gracias Dios mío!
Ahora sé que Dios nunca va a leer el facebook, pero muchos como yo sí lo harán y lograrán recuperar la fé y la esperanza y sobretodo recordarán dar gracias a Dios por cada nueva oportunidad de vivir un día más.
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