Miércoles 3: Llegamos al aeropuerto internacional de Ezeiza (ahora se llama Ministro Pistarini). Nos están esperando mi cuñada y mi hermano. Nos abrazamos efusivamente y nos besamos. Ya saben quién es Claudia; no necesito presentarla. JJ está muy desmejorado, supongo que es por la operación, aunque… quince años son muchos años. Todos hablamos a la vez. Nos llevan a su casa. Su barrio está igual que siempre. Pasamos toda la tarde poniéndonos al día. (No cuento detalles de mi divorcio: tal vez más adelante). Por la noche nos llevan a Parque Lezama donde mi sobrina tiene un pequeño piso. Nos quedamos allí.

Jueves 4: Desayunamos en un café del barrio. No recordaba las típicas mesas de mármol blanco ni las maneras de atender. Hoy recupero algunos sabores olvidados. Junto a la puerta de entrada desayuna un tipo patibulario que me resulta familiar. ¡Imposible!: no conozco a nadie. Después de desayunar nos vamos a visitar Puerto Madero. ¡Impresionante! Nos sentamos en un Sturbucks a tomar un cappuccino para contemplar las torres de cristal. Paseamos por la costa. Todo se ve lujoso e inmenso. Comemos un sándwich. JJ y Anabel pasan a recogernos. Cenamos en una cantina y charlamos hasta la madrugada.

Viernes 5: Nos despertamos con lluvia. Desayunamos en un sitio que se llama Las medias lunas del abuelo: una decepción. Volvemos al café de ayer y desayunamos de nuevo. Parece que al tipo de la cicatriz también le gusta el sitio. Hacemos unas compras rápidas para comer en el piso. Nos llama mi prima Amanda para invitarnos a cenar. Nos llevan a la misma zona que recorrimos ayer. Damos una vuelta en auto. ¡Parece otro mundo! Quedamos en organizar una cena con todos los primos como hacíamos antes de que me marchara a Europa. Se despiden cuando vuelve a llover.

Sábado 6: Sigue la lluvia. Ya no nos arriesgamos; desayunamos en el mismo bar. El camarero nos identifica enseguida. Pedimos lo mismo de siempre. Ya sé dónde vi al tipo de la otra mesa: en el aeropuerto. ¡Vaya casualidad! Al filo del mediodía nos recoge Paco y nos lleva a su casa. Quiero ver a mis tíos; un mal trago: están viejecitos y con alzhéimer. Por la tarde nos recoge JJ y nos llevan a recorrer Liniers. Ya no es lo que era; se ha convertido en un mercadillo variopinto que ocupa todo el barrio. Cenamos en una trattoría italiana.

Domingo 7: Soleado. Nos recogen temprano y nos llevan a pasear por Palermo. Vemos el Zoo, los lagos y el Jardín Japonés. Anabel lleva empanadas, así que comemos en el parque sentados junto a una fuente. En la Plaza Armenia creo ver al tipo del bar, pero no estoy seguro. Caminamos mucho; yo acabo agotado. Hacemos algunas compras y nos recogemos pronto. A las siete y media entramos en casa. Entre los cuatro preparamos bocadillos de jamón y tomate. A última hora se nos unen mis dos sobrinas. Traen postre y se alarga la fiesta; otra vez contamos nuestra historia.

Lunes 8: Soleado. Como estaba previsto, después de desayunar, nos marchamos al centro. Vamos andando hasta la Plaza Dorrego, sacamos fotos y me compro una gorra. Recorremos Plaza de Mayo, la calle Florida, Corrientes y comemos (muy mal) en una galería comercial. Vamos al Ateneo y al café Tortoni. En este último me encuentro con Liliana, una amiga de facebook. Es emocionante ponerle gestos a un rostro. Regresamos en taxi. Salvo por la comida, es un día redondo. Una de mis sobrinas nos invita a cenar carne a la brasa en un restaurante del barrio. Ya lo tenía planeado. Perfecto.

Martes 9: Lluvioso. Vuelvo a ver al tipo del bar; ¡menuda pinta! Lo estudio con disimulo; no nos mira; lee el periódico. El camarero es un viejo campechano que nos atiende como asiduos: ya no necesitamos pedir. Pasamos la mañana en un mercado de frutas y comemos en casa. Después de dormir un rato cogemos un colectivo (nuestra primera experiencia), para viajar solos hasta lo de JJ. Tardamos más de una hora. Es toda una aventura. Nos recogen en la última parada y cenamos en su casa. Les pedimos que nos lleven; noto que JJ muestra signos de cansancio.

Miércoles 10: Después del desayuno nos vamos andando hasta la calle Caminito; está cerca. Rodeamos la cancha del Boca Junior, visitamos el museo de Quinquela Martín y recorremos las tiendas de souvenirs. En una esquina descubro al tipo del bar hablando con un imitador de Maradona. Comemos liviano. Por la tarde tenemos la segunda experiencia en colectivo…, pero en hora punta. En la casa de JJ me organizan una fiesta de cumpleaños. Acuden viejos amigos, todos mis primos y también mi hermana de Mar del Plata. Ya no recordaba el tamaño de la pandilla. Ahora hay unos cuantos participantes nuevos.

Jueves 11: Soleado. Hoy, por primera vez, el tipo del bar se gira hacia nosotros y cruza conmigo una mirada inexpresiva, supongo que es mera curiosidad. En taxi, vamos a las galerías Pacífico. Visitamos el Colón, el Ópera, el Nacional y el Maipo… Comemos en el Palacio de las Papas Fritas. Caminamos todo el día. Hacemos compras en la galería Florida. JJ y Anabel vienen a cenar tortilla española. Con un poco de reparo les cuento las peripecias del divorcio. Anabel entiende que haya sido duro; fue inevitable. Es una noche de mucha intimidad. Se marchan otra vez de madrugada.

Viernes 12: Nublado. No veo al de la cicatriz; no sé por qué, pero me inquieto. Empleamos la mañana en ordenar la casa. Comemos con mi sobrina en el club de tenis. Dormimos la siesta. Por la noche planeamos ir a cenar a Las Cuartetas. Todo está a punto. Mientras esperamos a JJ, repaso mis e-mails. Uno de mi ex mujer me llama la atención: “Hola, cariño, según me informan, lo estáis pasando genial en Buenos Aires; me alegro. Pero, por favor, ten cuidado, ya sabes que ese barrio es peligroso. Besos.” De pronto, pierdo por completo el apetito…

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