El viajero espiritual.

El viajero espiritual.

Nada como un pequeño paseo, de esos que rememora la esencia con complacencia. No se necesita ir demasiado lejos para sentir la voluptuosidad que emana de los sentidos humanos; porque en un sólo punto del hemisferio, en unos pocos metros cuadrados, el viaje transporta al alma hacia todos los rincones del vasto universo. Poco exacto es decir norte, sur, este y oeste; es conveniente decir que aquí estamos: ubicación con nombre propio, pero eso resulta abstracto para el viajero espiritual.

Desde un bosque alpino hasta las ruinas de un fatídico pueblo ancestral, son suficientes (¿o no?) como para plasmar en un texto lo bello y sublime de dicha travesía. Sin embargo, mi viaje ni siquiera ha salido de las cuatro paredes que rodean el cuarto en el que me encuentro, pero fue un viaje: sí, uno que me llevó a tantos lugares como el dichoso de Julio Verne describió en sus cuentos. Dar testimonio físico del entorno me resulta complicado, más voy a intentar aportar lo que esta memoria guardó durante sus días de extranjero.

Un río color caoba fue la primera impresión del sitio (trato de recordar su nombre), su cauce bañaba las tierras matinales donde claveles y helechos jugaban entre la suave brisa, cálida, pero con tintes nostálgicos. Siguiendo el trecho camino abajo, colinas coronadas de blancura en sus epílogos curvos, invadieron mi campo visual, cosa que generaba un estado de delirio elevado, motivo que incentivó a las nubes toscas a impregnar la tierra con sus gotas cargadas del miasma que no carcome, sino del que seca las falsas esperanzas.

Como han podido notarlo, mi amor a viajar es solemne, y aprecio el momento en que la naturaleza se apoderó de mis capacidades intelectuales, convirtiéndolas en sabiduría pura; ¡Cuánto no daría por volver a esa magnífica localización! […] -Lastimosamente, cuatro dosis de carbamazepina al día, aunado al último análisis de un psiquiatra, terminé declarado como enfermo mental. Sólo porque deje abandonado mis deberes laborales, familiares y existenciales para salir a «viajar.» ¿Acaso estos pobres de alma no se dan cuenta que viajar reconforta más allá del entendimiento racional? -Ya no sé si mis líneas siguen siendo lúcidas, o es que pasar encerrado doce horas al día, en un martirio; ahí, donde no llega el reflejo del crepúsculo, ha hecho que todos los días me escape de lo grotesco, con la intención de continuar como viajero espiritual.

Painted by Michael Pearce.

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