Después de un largo viaje por las carreteras de mi país, acompañada de situaciones y practicas comunes al viajar en bus, ambientado con el vallenato que desde la infancia he escuchado, lo que hace que rememore pequeñas películas de mi niñez, también me encuentro con personas que hablan lo suficientemente duro como para que la persona ubicada en el ultimo puesto puedan escucharlas perfectamente, las familias con lonas y maletas grandes llenas de cosas que llevan probablemente para sus familiares, el llanto de los bebes y lo infaltable… si, el niño vomitado, ese olor a vomito que siempre aromatiza los paseos en bus. Toda esa sinfonía de situaciones que no son tan gratas para personas como yo que disfrutan de la calma y silencio que ofrece la soledad. Sin embargo no importa porque la recompensa será fabulosa lo sé, tal vez es el precio que se debe pagar primero por no ser millonaria y segundo por ser entusiasta, soñadora y viajera. Cuando tu pasión esta en viajar logras una capacidad de adaptación que desconocías y puedes llegar a ser tan guerrera que deja de importar si podrás dormir, comer o bañarte.
Pues así fue, primero una larga caminata atravesando por rocas gigantescas, subidas empinadas, hambre, bajo un sol extenuante, no obstante mientras mas caminaba en el fondo se podía sentir un hermoso sonido que me avisaba a lo que venia, sentí que camine media hora o algo así, pero realmente es una caminata que dura 2 horas aproximadamente, sin embargo la felicidad de lograr lo que te propones, de admirar el mundo, de tachar los destinos de tu lista de deseos, de tener experiencias inimaginables y muchas anécdotas para compartir con amigos y familiares con el fin de convencerlos que deberían realizarlo, te hace ejecutar cada acción con emoción lo cual aliviana su dificultad.
Por fin llegue al mejor destino que pueda existir en el mundo, que no tiene nada que envidiarle a playas famosas en el exterior, ese sonido majestuoso y relajante, la sensación de la brisa chocando contra mi cuerpo que me hace sentir en miniatura y vulnerable, la mezcla del olor y el calor, el efecto en mis pies al quitarme los zapatos y percibir el fascinante masaje y emoción estar en el paraíso, ver un extenso espectáculo de la naturaleza adornado con hermosos colores perfectamente combinados.
Inimaginado. Si, jamás pensé que además de San Andres y Providencia, la playa de Taganga, el Rodadero y otras playas mas visitadas en mi hermosa Colombia, existiera en Santa Marta este paraíso en el Parque Tayrona, unas playas perfectas empezando por su pureza y limpieza, siguiendo por su colores, lo cristalino de sus aguas, lo imponente de las olas, la tranquilidad de su playa nudista en donde uno se puede despojarse además de la ropa, del morbo y creencias culturales infundadas por nuestros padres, ¿porque tenemos que esconder nuestro cuerpo?, si es tan perfecto como lo es la naturaleza, este sitio te trasporta y te trasforma.
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