Era difícil para mí seguir esa vida, pretender que estas manos no eran las tuyas y que estos pasos no recorrían un camino trazado por tu sombra, por tu existencia.

Yo no buscaba ganarme nada, buscaba escapar del vacío mismo, de la sombra amedrentadora que había dejado tu partida, pero el tiempo que pasó resultó aún mejor, les dio oportunidad a mis heridas para sanar, a mis ojos para acostumbrarse a la oscuridad y a la tenue lámpara que pretendía iluminar nuestros caminos hasta el infierno, consumirse.

Me dirigía una vez más, para fundirme con esa oscuridad tan grande, para perderme en los golpes constantes contra esas paredes, sentir esas gotas recorrer mi cuerpo dándome la sensación de que me encontraba nadando; era tan grande esa profundidad que al retorno al mundo me cubría, y al verme frente al trozo de espejo que sostenía en mis manos, veía mi rostro empapado por ese polvo que asemejaba oscuridad.

Consumía bocado tras bocado la repetida sopa de patatas a la cual estaba tan acostumbrado, ya no sabía si amarla u odiarla, no sabía si me perdía en ella, pero, ¿Cómo hacerlo? ¿cómo perderme de cualquier manera si te he perdido a ti?, sin oportunidad de perderme, sin la oportunidad de nada, solamente me queda fundirme en tu sombra.

Esa mujer, a la que quiero con todo el corazón, a la que he estado destinado a cuidar desde que nací, me pedía, me imploraba que la dejara, que me fuera de su lado, y que la ausencia de tu persona en este mundo no tenía que significar que mis sueños desaparecieran, yo no podía hacerle eso, ni a ella, ni a sus hijos, el haberlo hecho sería condenar a esos pobres niños a que vivieran rompiendo sus manos dentro de esa gruta y a ella, solamente Dios sabe que cosas habría de hacer para sobrevivir.

Pero lo intentamos, lo hicimos tantas veces, era indiscutible lo que nos decían, me parte el alma y me ahogo en una rabia muda de recordarlo; eran imposibles mejores condiciones en esas fauces, es una actividad maldita de recoger las sobras de la tierra, de volverse presa de sus temblorosos rugidos, y de acostumbrarse a la presencia de olores peligrosos, de los cuales nuestras lámparas se ocupaban de extinguir, eso, al menos llevándose un par de almas por delante.

La imposibilidad de cualquier mejoría residía en el bajo precio de nuestro bien, cualquier apoyo para los hombres de la compañía hubiera significado el cierre de esta, y el fin de la misma habría terminado por hundir a más de trescientas familias en la pobreza extrema, la fugaz muerte explosiva o la lenta y constante muerte por hambre.

Pero llegó ese día, en que partías con tu cantimplora cargada de agua, con una sonrisa en el rostro, y tus viejas ropas, de las que siempre te sentiste orgolloso, todos admiraban eso de ti, quizá fue la razón por la que te buscaron con tanta desesperación, porque eras una luz en ese frio túnel sin salida.

Al escuchar el estruendo no sentí nada diferente a las otras veces, no fue hasta ese día por la tarde que me percaté de la normatividad que había en mis pasos al correr hasta la entrada de ese lugar para poder ayudar, nunca esperé que fueras tú, ni siquiera al ver a tus compañeros, a tus amigos con la carne al rojo vivo, nunca me pregunté sobre qué harían las familias de todos ellos, los que ahora con lamentos pedían agua o exclamaban su dolor; «pronto morirán», eso nos tranquilizaba, pero que tontos, ¿no es acaso que todos morimos?

Hombre tras hombre tu nunca apareciste, y mientras veía más personas aproximarse mi angustia aumentaba, pero te conocía, sabía muy bien que te quedabas para ayudar, y que de tener que cargar a alguien en la espalda lo hubieras hecho, pero ese día no volviste, aun cuando todos notamos tu ausencia, esperaba encontrarte adentro con la pierna rota o inclusive trabajando en busca de optimismo.

Mi desesperación se tornó en maldiciones, en gritos, en perjurios contra aquellos con los que me encontraba, pero nunca te pudimos encontrar, ese día te perdí para siempre, ni siquiera tuve la oportunidad de limpiarte una última vez de esa oscuridad que cubría tu piel, la cual con la cantidad de lágrimas que he derramado, me hubiera sido sencillo.

Nunca pude aprender a escribir como es debido, le he pedido a aquella chica con la que solía jugar de pequeño que escribiera esto para ti, espero algún día poder casarme con ella padre mío, tu vida de esfuerzo se ha perdido en ese lugar al que dedicaste tu vida, a veces siento un cálido viento y creo que eres tú, tanto si lo eres como si no, de pie al lugar que representa tu tumba, te lo prometo, por ti, por mi madre, por mis hermanos, he de salir adelante.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS