Salir de casa por primera vez no era una decisión fácil de tomar, pero algo en mi interior parecía decirme que ya estaba vieja, tenía 23 años, a punto de cumplir los 24 y aún vivía con mis padres. Si tenía una carrera universitaria, pero ¿dé que servía? Si el polvo se comía cada día aquel título universitario, debido a las cuestiones de desempleo… ¡rayos! Como me arrepiento de haber estudiado esa absurda carrera, cuando mi destino parece estar tan lejos de ella. Tantos intentos para nada, pasar hojas de vida, trasnocharme hasta agotar el cuerpo y hoy más que nunca me siento frustrada…los días se me pasan y no he logrado nada con mi vida, muchos ya están fuera de casa logrando sus sueños, o al menos llegando a casa solos arrastrando su cuerpo de un vil trabajo esclavizaste, pero yo…ahí respirando en casa, ganando un poco dinero en lo que medio salga y esperando a que en medio de cualquier discusión me quieran enviar a algún manicomio. Como detesto eso, que cada vez que pueden mi familia me hace sentir como una basura de la que jamás podrá cambiar su rumbo. Quisiera más que nunca tomar el primer bus, cambiar de ciudad, entregarme al mundo sin pensar en quien complacer o en quién no. El problema es que al inicio me sentía más presa que nunca, no tenía a nadie para que me ayudara y eso lo hacía más difícil, hasta que él apareció, entonces parecía que un pequeño rayo de luz aparecía en medio de la oscuridad, su propuesta era tentadora, parecía ser la dulce voz de un demonio llamándome para entregarme a los placeres más profundos de la vida, en los que me alejaría de aquella niña buena que todos conocían y que se dejaba pisotear por los demás, en busca de una mínima muestra de cariño o de aceptación y realmente eso era lo que más temía en mi interior, encontrarme con la yo adulta capaz de jugar con fuego sin quemarse, de vivir sin pensar en unas reglas y límites. Entonces empezaba a recordar lo cobarde que era, cuando deje al hombre que ama en otra ciudad, lejos de mí, por no tener el valor de continuar alejándome de casa, pero mi familia lo veía como un trastorno mental que tenía, al intentar liberarme de sus cuidados que parecían ser agobiantes, en donde me seguían tratando como una pequeña y frágil, que no podía tomar sus propias decisiones y que si intentaba iniciar una nueva vida o salir de ese molde era tratada de loca. Pero ahora el problema no era ese solamente, sino que el momento preciso en el que intentaba escapar y huir fue cuando apareció la cuarentena y a medida que va pasando el tiempo, siento que es más difícil de lograrlo, entonces tendría que volverme cada vez más fuerte para aguantar las amenazas de mis familiares y el desespero de salir de casa, sin poder hacerlo y mucho menos de tomar el primer bus que encuentre que me llevara a un rumbo desconocido. Y eso me hacía sentir encarcelada y condenada para siempre a vivir en el mismo lugar. Extrañando el pasado en el que podía viajar y sentirme libre en medio de la ansiedad del qué dirán sin disfrutar mucho de mi libertad.

Entonces esa podría ser la primera vez que intentaría irme de casa de manera definitiva, después de pensarlo bien, de ser consciente que probablemente no tendré las mismas comodidades de siempre, que hasta nos cortaran los servicios públicos, quedando enjabonada en la ducha gritándole a mi compañero de cuarto que han cortado el agua y que he quedado sin terminar de bañarme y probablemente la comida sea escaza y abran días en los que tengamos que racionar más que otros para llegar a fin de mes y eso suena aterrador, porque no sé si lo resistiré, si seré capaz de dejar una cómoda cama para terminar durmiendo en un pequeño sofá cama o en una colchoneta o si la convivencia con mi salvador será mejor o peor que con mi familia. Pero en mi interior lo veo como un paso importante, en donde tal vez me acostumbre a vivir nuevas experiencias y en las que más adelante no estaría tomando el primer bus para huir de casa, sino el primer avión rumbo a cumplir un sueño más, con otro idioma, otra cultura diferente a la mía, sin conocer a nadie y tratando de rebuscarme alguna nueva oportunidad, en donde lo más probable es que pase más necesidades que en mi primera salida de casa, pero que tal vez pueda encontrar aquello que busco en mi interior, que me haga vivir de nuevo a pesar de las circunstancias por las que estoy pasando, llenarme de fuerza y continuar sin ver la vida como si fuera un castigo que alguien me puso para torturarme una y otra vez, por no haber cumplido con sus caprichos absurdos de conquistar a la humanidad.

Pero por mas lo que pensaba algo me decía que marchándome de casa podría lograr cumplir mis sueños y además sería capaz de resistir más de lo que pensaba, porque de alguna u otra manera lo lograría sin importar lo que tuviera que hacer. Entonces me veía bien decidida a irme por el todo o por el nada, a liberarme de lo que sentía que me ataba, a vivir cada una de las experiencias que solo me imaginaba, pero realmente solo necesitaba tiempo, para que el mundo volviera a la normalidad y yo hiciera algún plan para saber cómo podría sobrevivir lejos de casa sin necesidad de pasar tanta necesidad, que me hiciera retomar a mi celda solo para sentirme cómoda pero eso era justamente lo que no quería hacer, por lo que con tal de no herir mi ego o de no querer volver al lugar donde más daño me han hecho, podría terminar tomar diferentes rumbos y caminos hasta encontrar el propio lejos de todos.

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