Corazón de coco, sándalo y ámbar

Corazón de coco, sándalo y ámbar

YGuerra Castel

24/05/2017

Hemos reservado la mesa de siempre. Celebramos nuestro primer aniversario. Conocí a Sara una noche sirviendo copas. No tenía nada diferente al resto de mujeres que había rechazado, pero bueno, aquí está frente a mí levantando su copa de vino. Agarro mi copa y la imito, soy un caballero y Sara no es mala chica.

-¡Salud! -me adelanto a decir.

-¡Salud, cariño! Te quiero. –dice clavándome la mirada.

El tintineo de las copas al chocar me despierta del trance. Rápidamente respondo “y yo también”, evitando que su sonrisa se transforme en una extraña mueca. Con suerte, veo acercarse al camarero. El agradable olor de la salsa de champiñones del solomillo medio hecho, no tarda en cubrir el ambiente. Con un gesto delicado sirve los platos frente a nosotros y da la bienvenida a los ocupantes de la mesa tras de mí.

De repente me quedo inmóvil. Mi mirada en el plato y mis brazos apoyados al borde de la mesa, listo para partir el primer bocado de la cena. El latido de mi corazón se vuelve tan desbocado que puedo sentir como golpea mi pecho. Instintivamente lleno mis pulmones de aire y levanto mi cabeza, ya no presto atención a la cena. Miro al frente pero no veo nada. Cierro los ojos para no desmayarme allí mismo. Ya no me importa nada: ni Sara, ni el resto de comensales… Sólo me importa ELLA.

Sin duda hay olores que se quedan grabados para siempre. Un día crees haberlos olvidado, porque por más que cierras los ojos y lo intentas, te duele comprobar que ni aún deseándolo con todas tus fuerzas, consigues recordar la mezcla de notas de fondo que quedaban en el aire, bañando todo a su paso. Los primeros días lo intenté todo para conservar su olor entre mis sábanas, a su lado de la cama. Pero a los pocos días ya no quedaba nada. Se esfumó. Prometo que lloré como un niño. Pero hoy, después de casi seis años de nuestra despedida, he viajado hacia aquel banco donde quedé cautivado por primera vez por el perfume de su piel.

-Cariño, ¿estás bien? –Sara lleva unos minutos haciendo la misma pregunta, pues su expresión transmite consternación.

Yo no logro decir nada. No quiero utilizar ningún sentido. Sólo quiero oler. ¡Dios ese olor!… De todos los cuerpos que he tenido cerca, ninguno ha logrado disipar la marca de su perfume. Sólo quiero abrazarla como hacía antes, con su cabeza apoyada en mi pecho y sus manos siempre dibujando figuras abstractas en mi espalda. Sólo deseo mirar de nuevo sus ojos y decirle que me perdone. Decirle que fui un completo estúpido y que no he logrado olvidarme de ella desde que la separé de mi lado. Lo nuestro no fue una simple historia de amor y es por ello que hoy me he dado cuenta, más que nunca, que no podré vivir sin su perdón, ni sin ella.

Antes de perder el conocimiento escucho su voz: “Javier, ¿eres tú?”.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS