– Buenos días.

– Buenos días.

– ¿Podría ayudarme?

– Dígame su problema y haré todo lo que esté en mi mano.

– ¿Podría decirme qué hora es?

– Por supuesto.

– Estupendo.

– ¿No tiene usted reloj?

– Bueno, ¿cree que si lo tuviera le preguntaría?

– No sabe usted dónde está ¿verdad?

– No sé que me quiere decir pero veo que usted tiene reloj, ¿le importaría decirme que hora es para poder continuar mi camino?

– No, no me importaría en absoluto.

– …¿y bien?

– ¿Y bien?

– ¿Qué qué hora es?

– Parece alterado.

– Por favor… dígame que hora es, tengo prisa.

– ¿Cómo puede tener prisa si no sabe qué hora es?

– Tengo que ir a un sitio… ¿sabe qué? Déjelo, no tengo tiempo para esto.

– Realmente cuando vino ya no tenía tiempo, con lo que no me culpe.

– Me está tomando el pelo, buenos días.

– Espere señor.

– ¿Qué?

– ¿No quiere que le ayude?

– ¿Ayuda? Desde que he entrado aquí usted solo ha hecho que pierda el tiempo.

– Bueno, recuerde que realmente…

– ¡Basta!

– ¿Puedo preguntarle en qué trabaja?

– ¿Para qué?

– Curiosidad.

– Trabajo en una fábrica… bueno trabajaba, pero no le voy a contar mi vida.

– Lo sé. No tiene tiempo.

– ¿Se burla de mí?

– No señor. Trato de ayudarle.

– ¿Cómo puede decir eso? Si quisiera ayudarme lo habría hecho hace minutos, sin embargo aquí seguimos, hablando, bueno hablando, más bien perdiendo el tiempo y… ¡ni se le ocurra! No me diga que ya venía perdido de tiempo de casa porque…

– No para de decir que no tiene tiempo, que tiene prisa… pero aquí sigue. Quizás no tenga tanta prisa.

– Simplemente es que usted me está molestando, y quiero que lo entienda, es usted irritante y si me hubiera ido no lo sabría, y debe saberlo. Alguien debía decírselo.

– Nadie le obligó a entrar aquí señor.

– ¡Sólo quería saber que hora es!

– ¿Tiene prisa por llegar a esa fábrica donde trabajaba?

– ¿Ve? Ya le dije que ya no trabajo ahí, ¿por qué pregunta eso?

– No sé señor, es lo único que sé de usted.

– ¿Quieres saber más? Allá va, me despidieron hace un mes y desde entonces llevo de un lado para otro buscando trabajo, tengo un hijo y nadie me contrata, solo sé trabajar en la fábrica y ahora a nadie le sirvo para nada. Nací peón y moriré peón. Moriré de hambre por cierto, ya que llevo días comiendo a duras penas. Y por un problema sencillo de resolver que tengo como es saber que puta hora es, viene usted a hacerlo difícil, a reírse de mí, a complicarme un poquito más la vida.

– Desde luego no saber qué hora es no es el peor de sus problemas.

– Estoy empezando a pensar que usted es así siempre.

– Y yo estoy empezando a pensar que lo que usted necesita no es saber que hora es.

– Lo que yo necesito es un trabajo. Tengo que pagar el alquiler o nos echarán a final de mes.

– Entonces necesitará también un hogar.

– Cómo si fuera tan fácil.

– A veces, todo es tan fácil como preguntar qué hora es.

– Pues no es muy fácil visto lo visto.

– Todo depende a quién le pregunte.

– Desde luego con usted se convierte en un auténtico suplicio…

– ¿Y a usted?

– ¿A mí? Yo le diría la hora sin ningún problema, como cualquier persona.

– ¿Qué hora es?

– Pero si yo no tengo reloj.

– Eso parece un problema.

– Pero eso usted ya lo sabía.

– Es raro ver a alguien sin reloj.

– Siempre he llevado un buen reloj pero ahora no lo necesito tanto, así que lo empeñé.

– Si que parece que lo necesite.

– Hay prioridades.

– Tome mi reloj.

– Después de todo, ¿me va a regalar su reloj?

– ¿No lo quiere?

– Parece un reloj antiguo, seguramente sea muy valioso.

– Tome.

– Vaya gracias… pero… este reloj está parado.

– Digamos que son las diez en punto. Ponga esa hora.

– Diez en punto… ya está.

– ¿Puedo verlo?

– Claro.

– Parece que hay más cosas que sabe hacer a parte de peón en la fábrica.

– Mi padre tenía una colección de relojes antiguos. Me encantaba ayudarle en lo que podía.

– Sigue sin saber dónde está ¿verdad?

– ¿A qué se refiere?

– Ni siquiera se ha fijado en dónde entraba.

– Esto…

– ¿Sí?

– ¿Esto es una relojería?

– ¿Cómo se llama?

– Marcos. Me llamo Marcos.

– Si el señor Marcos es capaz de mantener todos estos relojes en hora y cuidarlos diariamente, el señor Marcos ha encontrado una solución a uno de los problemas que traía.

– No sé qué decir.

– Sólo dígame qué hora es.

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