Cuando la realidad supera la ficción

Cuando la realidad supera la ficción

Ana maltes

21/05/2017

Realidades que duelen como bofetadas, te atraviesan el alma, se cuelan por todos los rincones y te acompañan para siempre. Miserias humanas llevadas al extremo, contadas entre susurros y sollozos, con hilos de voz, que ni las mejores producciones de Netflix o HBO pueden soñar. Pero la realidad es eso al fin y al cabo. La sinceridad araña la piel y se mete en las entrañas; y muy a menudo, duele. Duele escuchar verdades como puños, niños que han llegado en la rueda de un camión, adolescentes que huyen de su casa porque están hartas de que les peguen por no llevar el velo o porque no quieren casarse a los 16 años con un desconocido o un primo lejano, niños abandonados a su suerte, criados en situaciones que un adulto no puede ni imaginar y mucho menos aguantar; y sin embargo, aquí están. Dedicándote una sonrisa, regalándote un dibujo hecho con todo el amor que les queda, y que en un arrebato de felicidad deciden darte, confiándote secretos de su vida como si fueran tesoros. A ti, que aún no sabes muy bien cómo has acabado en este trabajo. Que ni siquiera habías pensado trabajar con niños. Cuando sigues oyendo las voces que decían, “ sácate una oposición, estudia otra carrera que esa no tiene futuro. ¿Cómo has dicho que se llama eso que estudias? Pero, y ¿tiene salida? Madre mía te vas a morir de hambre.”

Y entonces piensas, ¿salida, hambre? Esta gente no sabe lo que dice. Estos niños son supervivientes y cada día me ofrecen todo lo que tienen. También sus enfados y sus frustraciones, nadie dijo que fuera fácil, todo significa todo. Pero al final del día te llevas mucho más a casa de lo que has dado, en ese instante te das cuenta. Entonces lo ves, no hay dinero del mundo que pague esos momentos, porque resulta que quién está aprendiendo algo todos los días eres tú. Por cada pequeña cosa que puedas enseñarles recibes millones. Aprendes y desarrollas capacidades que no sabías ni que tenías, y han sido ellos los que te han enseñado a trabajarlas y sacarlas a la luz. Un buen día, miras hacia atrás y recuerdas la persona que eras hace diez y años la que eres ahora. Siguen teniendo en común las ganas de trabajar, pero esa imagen que ves ahora, es mucho mejor, precisamente, gracias a todos esos niños con los que has ido coincidiendo en diversos trabajos precarios y mal pagados. Esos trabajos han hecho que madures a base de golpes de realidad y dosis de cariño repartido a partes iguales. Has tenido que aprender a equilibrar y gestionar emociones, sentimientos y saber estar en el lugar que corresponde en cada momento. Cuando hay que ser serio y distante, paciente, servicial, cariñoso o divertido. Hacer de tripas corazón y quitarle hierro al asunto. Respirar hondo, contar hasta diez, tragar lágrimas y seguir adelante. Y eso por mucho que estudies, sólo se aprende trabajando, y no es fácil. El tiempo y la experiencia te enseñan a darle a cada uno lo que necesita, en el momento exacto. Y aún así muchas veces no acertarás. Y tendrás que seguir aprendiendo de tus propios errores para minimizar al máximo los efectos colaterales, que en nuestro caso son niños. Por lo que no puedes permitirte el lujo del ensayo y error como en la investigación. Debes afinar al máximo.

De modo que al final del camino, quien más ha aprendido en todo esta historia, has sido tú. Y lo que te queda. Y a pesar del dolor que ves día a día y de todas las tragedias , sólo tienes agradecimiento. Curioso. Resulta extrañamente curioso.

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