La catedral de Burgos

La catedral de Burgos

Aliseda Lealsoria

21/05/2017

Pásame las aceitunas. Sí, sí, de las negras. Como te iba diciendo: estoy hasta ahí de esos afeitahuevos de la oficina. Llevo doce días currando como un idiota para terminar el proyecto que… ¡Puajjj! ¿qué le echan ahora a las aceitunas negras? ¡Saben a demonios! ¿Del supermercado dices? ¡Del infierno! Anda sí, ponme una cervecita de esas tan fresquitas de la nevera… Y, ¿sabes a cuánto pagan la hora de ese putinforme? Una mise…. ¡aaargh! Pero, ¿qué mierddda de cerveza es esta? Es como tomarse un vaso de salfumáaan, por dios. Lo que me faltaba después de pasarme toda la mañana en la puñetera catedral de Burgos, con el frío que hace. ¡Brrr! Solo pensarlo me salen sabañones. Por cierto, los calamares del bocadillo de ayer estaban de puta pena, te lo juro. Sabían a lejía. Sí, ya lo siento, chica. Sé que te esfuerzas por ponerme lo mejor en el bocata de media mañana, pero… ¿Seguro que eran frescos? No, si la textura estaba bien, pero tenían un sabor así como a… a…

Bueno, bueno, no te enfades, no es una crítica a tu forma de cocinar. Sabes que siempre he apreciado tus platos. Pero… Yo no sé, ultimamente, como que… No sé. Parece que quieras envenenarme. Hace un mes que no pruebo nada que no me sepa a zapatilla revenida. Ni siquiera el dulce, con lo que a mi me gustaba el dulce. ¿Te acuerdas de los tocinitos de cielo y las bambas del Ribera Dosmil? Los comíamos cuando salíamos del Instituto, antes de casarnos.

Samuel le coge la mano a Francisca y la mira con ojos de cordero a medio morir. Pero Francisca está ya un poco cargada con sus quejas. Toda la mañana preparando la comida, que ni siquiera se ha atrevido a sacar al comedor. Las aceitunitas eran para abrir boca…

-Mira Samuel. Eres un hombre encantador y aprecio mucho que quieras sacarte un dinero extra para que podamos mudarnos de casa. Pero así no podemos continuar.

Francisca rechaza la mano de Samuel como si rechazara un calcetín sudado. Se levanta del asiento de golpe, cruza los brazos y se queda en medio del comedor, aguantándose las lágrimas.

-Tienes que dejar ese trabajo de chupador de esquinas, Samuel. Se te está quedando la lengua como un estropajo. O lo dejas o nos divorciamos. Porque vamos, ¡ya te vale…! La catedral de Burgos, nada menos. Con la de esquinas que tiene.

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