Todavía no sé porqué estoy escribiendo sobre ella, pero es que no me la puedo sacar de la cabeza. Aquella mirada perdida, aquellos ojos turquesa que parecían esconder mil historias y algunas muy tristes.
Ocurrió hace solo unos días cuando volvía del aeropuerto a mi casa de la capital, donde vivo en un precioso ático. Soy profesora de cine, aunque me licencié en Historia del arte. Recuerdo que mi familia se había opuesto ferozmente a que estudiase algo con lo que «nunca podría valerme por mí misma», pero reconozco que al final, tuve suerte y conseguí un buen trabajo.
En fin, volviendo a aquellos ojos que procedían de una jovencita de unos veinte tantos, con una delgadez casi enfermiza y con una mirada envuelta en una profunda tristeza, se me clavó en mi memoria sin remedio. Fue justo cuando acababa de salir para comprar una botella de vino francés en una tienda cercana, cuando me la encontré, allí delante, desde la acera de enfrente parecía mirar hacia mi portal y hacia ningún lugar al mismo tiempo. Quizá le atrajera el diseño vanguardista de la puerta, no sería la primera vez, o quizá , la pobre estuviese cansada por un horario abusivo y se hubiese parado para descansar mientras recordaba su hogar, muy lejos de aquí. Debía ser muy lejos porqué sus facciones aunque similares a las nuestras, eran más del tipo del medio oriente engalanada con una piel más tostada, definitivamente de otro país. Permaneció allí unos segundos paralizada, mientras se las ingeniaba para sostener unas pesadas bolsas.
Os preguntaréis porqué me llamó tanto la atención, al punto de no poder dejar de pensar en ella y de necesitar contároslo, pues si soy sincera, es algo que ni yo lo acabo de entender. Pero cuando la vi, me pareció ver a alguien conocido, en ocasiones pasa y además, aquella mirada me había tocado el corazón, no sé.
Pasaron los días y mi curiosidad fue en alza, lo que me llevó a investigar por mi cuenta algo sobre aquella personita proveniente de algún lejano país, y la verdad no había nada malo en curiosear. No resultó nada fácil poder dar con algún dato, parecía que nadie la hubiese visto y de hecho he de confesar que algunas de las personas a las que consulté como Juan, el dueño de la farmacia, o Rosa, la frutera; parecieron sentirse molestos cuando intenté sonsacarles alguna cosa de aquella, casi niña, migrante. De hecho, Sabrina la peluquera del barrio que era cubana, no dejó de gesticular con unas muecas casi burlonas ante mis preguntas.
Está claro, que hablar de ciertos temas como la migración conllevan un halo de tabú. Y lo cierto es que no tendría que ser así pues nuestro país ha sido y es un país de migrantes, algo que no debiéramos de olvidar. Al final, pude averiguar que aquella jovencita de rasgos exóticos había venido de Siria , antes de que el cruento conflicto bélico estallase y que al principio le había ido muy bien pues hablaba casi perfectamente nuestro idioma y además tenía estudios. Pero todo cambió al perecer toda su familia escapando de la guerra, mientras trataban de reunirse con ella en nuestro país.
Aquello, me partió el corazón. Había sido una persona como cualquiera de nosotros, con familia, con un pasado, con estudios y que probablemente durante su tranquila estancia en su país, compartiera su despreocupada vida en las redes sociales como cualquier otra jovencita. Ahora comenzaba a sentirme un poco más cerca de aquellos que buscaban una oportunidad fuera de casa por un futuro mejor o una simple oportunidad y que en su caso se había teñido de drama, era desolador.
Se me olvida deciros su nombre, el cual me llamó la atención, su nombre era…
-¡Nada!, ¿qué haces escribiendo?¿ No te dije que tenías que terminar de limpiar las ventanas de la terraza?
-Si, señora, pero es que me paré a descansar un poco y beber agua.
– !Anda ,déjate de tonterías que estás hecha una vaga! Que ya me han dicho que no paras de hacer preguntas raras a la gente del barrio.
-!No es verdad, señora!
-¿No?, y que me dices de eso de quedarte ensimismada mirando para el escaparate de la perfumería de enfrente? !Anda, anda!, que desde que trabajas en el aeropuerto no das terminado el ático en condiciones.
– Lo siento, es que necesito el dinero.
– !Pero mujer, que ahora estás sola y no necesitas el dinero como antes!. ¡Ay!, ¿Quién me mandaría contratar a una niñata de Siria con estudios que encima se llame Nada?
FIN
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