Se trata de un videojuego interactivo en el que te sueltan en un mundo desconocido, nuevo para ti, y con unas herramientas para manejarte en él. Cuentas, por un lado, con un cerebro para observar y analizar todo lo profundamente que seas capaz lo que hay a tu alrededor y, por otro, se te dota de sentimientos y emociones. Estos últimos, aunque no sepas muy bien para qué sirven, te pueden proporcionar información de tu interior en primer lugar, y de tu interior con respecto al exterior en segundo. Esas son tus armas.

De primeras, no se te dice tu objetivo en el juego. Te sueltan, experimentas y te familiarizas con ellas y tratas de desenvolverte en ese mundo nuevo fijándote e imitando a los jugadores de tu alrededor. Luego, llegados a un punto, depende de ti el que se te pueda ocurrir que deba haber un propósito a conseguir. Supones que debe haber por ahí algún manual de instrucciones escondido y comienzas a buscarlo.

En esta primera fase es común que muchos jugadores se conformen con la primera respuesta al misterio que encuentran en la primera pantalla. Al ver que esa creencia, religión o explicación es la más aceptada por los de su alrededor, faltos del espíritu de aventura de un buen jugador, sin cuestionarla y sin siquiera estrenar sus armas, creen que han resuelto ya el misterio.

Hay otros, sin embargo, que se niegan a pensar que este juego pueda ser tan simple y, dando vía libre a su curiosidad, se ponen a la búsqueda. Entre estos últimos se aprecian dos errores muy comunes. Muchos de ellos, casi desde que comienzan el juego, se centran en utilizar tan sólo una de sus armas. Los que, por ejemplo, usan sólo el cerebro, se arman de filosofías y razonamientos complejos y suelen acabar desesperados y desanimados de no encontrarle sentido al juego. Otros en cambio utilizan sólo la emoción expresándola a través del arte aunque, desgraciadamente, muchos de ellos acaban convirtiendo el juego en hacer obras dirigidas a engordar su autocomplacencia. En ambos casos, cuando se les va a terminar el juego, acaban frustrados por haber buscado en el sitio que no es y desde la perspectiva equivocada (o no).

En cualquier caso hay una búsqueda, un sentimiento, un impulso. Se busca dar con pistas que marquen el rumbo de una fase a otra esperando descubrir al final la solución, el objetivo del juego, el porqué de todo. En esa búsqueda es común la angustia, la inquietud, el desasosiego del jugador.

Aquí podría ocurrir, es una posibilidad, que el objetivo esté delante nuestro y que, aunque nos volvamos locos buscándolo, no esté para nada escondido. De ahí su dificultad en verlo. O podría ser que sí, que está bien escondido, pero que no haya un único camino ni unas fases marcadas que superar para llegar a él, puesto que el objetivo no está en un punto concreto. Puede que la solución se encuentre en muchos sitios. Puede, de hecho, que haya infinitas soluciones, con infinitos caminos y formas de llegar a todos ellos. O quizá la solución que buscamos no esté necesariamente fuera sino dentro. Podría ser eso también.

Y, finalmente, puede, también hay que decirlo, que no haya ninguna solución en absoluto. Que sea éste un juego sin objetivo y que encontrarlo no sea el propósito del mismo. En realidad nadie dijo nunca que lo fuera.

Salvo nuevas indicaciones o indicios que corroboren lo contrario, se dispone solo de una vida para jugar.

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