De tanto caminar se pierde el camino, de tanto correr se acaba el aire, de tanto esconderse se agotan los refugios y de tanto llorar se terminan las lágrimas. Como siempre digo, soy una persona sin nada, pero si tengo algo…. tengo mis piernas desgastadas, lo único que quiero es parar y tomar el aire, lo único que necesito es ser bien recibido.
Mi vida no tiene un final feliz pero no es más trágica que el resto de historias, la mía comienza con mi padre, una persona dispuesta a ayudar a cualquier persona, y ahí radica el problema, no era ingenuo, él era inocente. Al ser inocente, mi hermana y yo también lo éramos, porque como decía él, eso es hereditario. “Siempre quiere al prójimo como a ti mismo” decía él diariamente, al principio no lo creía, pero a medida que pasa el tiempo te adaptas al entorno y lo acepté.
Mi vida estaba bien, no pensaba cambiar nada, pero mi padre acudió a a la llamada de auxilio de un pueblo en algún lugar que nadie conoce, que como él decía, estaba en “peligro de extinción”, cuando él se iba, mi madre, mi hermana y yo siempre lo acompañábamos al autobús para despedirnos, ese día no quería ir porque estaba lloviendo, pero mi madre me obligó y los acompañé. Era uno de esos buses que estaban llenos de graffitis y el bus se veía radiante comparado con el viejo decrepito que lo conducía. Todas las noches le rezaba al sagrado corazón de Jesús para que mi padre volviera pronto y sin ningún rasguño, el problema es que Jesús y su corazón me escucharon y él volvió, pero no solo.
Días después vivíamos en la casa de la abuela, yo odiaba ese lugar, sentía que se caería y que me absorbía el alma, eso explicaba el hecho de que mi madre se fuera de ahí a los dieciocho años. Estuve dos semanas sin hacer nada y no podía ir al colegio porque mi padre no volvió a pagarlo, entonces me quedaba en casa ayudando a mi madre en lo que podía. Después de dos largas semanas mi madre nos sorprendió y nos dijo que nos íbamos para Europa, la tierra prometida de lo inmigrantes, la mezcla de las razas o como le quieran llamar. Mi madre siempre nos decía que quería formar una nueva vida, que sería bueno para nosotros respirar nuevos aires, nos quedamos donde una tía. Aún recuerdo cuando bajé del avión, una ráfaga de aire se apoderó de mi cuerpo. La tía de mi madre era buena persona pero prefería no verla, todo estaba bien hasta que tuve que entrar al instituto, un lugar horrible y hostil que no permite que otras razas se junten porque como los escuché decir una vez: “el agua y el aceite no se mezclan”. Fueron largos y difíciles años, pero cumplí dieciocho y sentía que ya era muy grande y muy sabio, el problema es que no era así.
Pensaba que mi padre me recibiría con los brazos abiertos, siempre le recordaba ayudando a los extraños, entonces no le sería tan difícil ayudar a su hijo. Como antes, le rece al sagrado corazón de Jesús para que mi padre no se hubiera mudado y como la última vez que le rece, él me escuchó, papá no se había mudado y parece que también escuchó las oraciones de mi madre porque la mujer que estaba con él, se desapareció. Mi padre no era el mismo de antes, estaba más apagado, solo tenía alcohol en la nevera y una larga barba. Me dijo que sólo podía quedarme una noche, que no se encargó de mí antes y que no piensa hacerlo ahora, además que ya estaba muy grande y que necesitaba conseguir trabajo. Al día siguiente me desperté y le hice caso, busqué trabajo, pero el problema era que nadie me quería. Tenía que dormir en un parque con un cartón para poder calentarme, mi única idea fue conseguir una lata para que alguien me diera una moneda, y así fue, ese era mi trabajo a tiempo completo, solo tenía una comida al día (algunos días no comía) y no estaba registrado en la seguridad social, pero al menos tenía un trabajo, no estaba orgulloso de él, pero ¿Quién está orgulloso de su trabajo?
Solo quería morirme no tenía nada, cada día estaba más delgado e irreconocible para mi familia. Lo que más me dolió y me duele es ser un inmigrante en mi propio país, es malo sentirse rechazado en lugares que no son los tuyos, pero eso te da fuerza para mejorar y destacar, pero ser un extranjero en tu propio país, duele más que cualquier cosa. Del dolor nació mi idea de matar a alguien, así terminaré en la cárcel, lugar donde me ducharé y me alimentarán. Decidí matar a una mujer porque escuché por ahí que si matas a una mujer ahora será más escandaloso que antes y además tiene que ser hermosa, así el escándalo será mayor y yo quería un techo de por vida. El 25 de Noviembre decidí matar a la mujer más hermosa que viera y vi una rubia con ojos azules y un trasero espectacular, me acerque a pedirle una moneda, no saben lo mal que sentí, no me daban una moneda hace días. Me lance y la cogí del cuello, la tire al suelo y no la solté hasta cuando el rostro se volvió morado. Esa suave piel blanca estaba toda morada y me quedé con ella hasta que alguien llamó a la policía. Una mujer acudió a las autoridades y ahora estoy en la cárcel viviendo una vida sin preocupaciones ni responsabilidades. Encontré mi lugar en el mundo.
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