Se puso frente a su hamaca bloqueando el sol, dejando ante él un paisaje sinuoso y dorado, y le besó en los labios.
—¿Un martini?
—Sí —contestó él.
La observó alejarse por el borde de la piscina y cerró los ojos. Estaba resultando una luna de miel de sueño y de somnolencias marcadas por largas noches de placer.
Y aún quedaba la vuelta a casa. El recuerdo, ese era siempre el mejor viaje.
Pasó la lengua por los labios resecos y abrió lentamente los ojos.
El agua del mar fue lo último que vio.
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