Montamos cadenas, mano con mano, para mover desde arriba, cerca del invernadero, todas la rocas amontonadas que se habían puesto allí para que no molestasen al tractor al pasar por toda la anchura de la granja. Sudor, tierra, espinas en las manos, cantos, sonrisas; ensalada de palabras francesas, inglesas, españolas e italianas. Todo junto con tal de mover rocas de un lugar a otro en un momento del día que los románticos llamarían «dammerüng».
OPINIONES Y COMENTARIOS