El migrante infinito

Yo fui uno de los afortunados, de esos emigrantes con buenas condiciones. No fui emigrante por necesidad, ni forzado por guerras o hambrunas, persecuciones, ideas políticas o desgracias similares. Yo elegí ser emigrante por un afán desesperado de conocer mundo que desarrollé desde muy pequeño. Por una voz interior que me pedía sin cesar conocer nuevas gentes y nuevos modos de vida.

Desde pequeño tengo muy claro que lo que me mueve en la vida, es empezar de cero. Sentir que llegas a un sitio nuevo, sin conocer el lugar, sus costumbres o sus gentes, incluso a veces su idioma. Y ser capaz de tener una vida, tener amigos, establecer conexiones con esos lugares y al cabo del tiempo, poder decir que eres de ese lugar. Nunca fui de esas personas que hacen turismo de una semana o incluso menos. Siempre pensé que así no se conocen los lugares, ya que para mí, los lugares  los definen y los hacen las gentes que viven en ellos.

He sido un privilegiado, ya que siempre me sentí bien acogido y recibido. Siempre encontré gentes con las que conversar, con las que compartir, de las que pude aprender e incluso formar parte de sus familias. Sirvan estas líneas para agradecer desde el fondo de mi corazón, a todas esas personas. Solo les puedo devolver la moneda haciendo lo mismo con todos esos emigrantes que me encuentre en el camino