Harto, pues de tu fatídica arrogancia,
Que del sol emana lucidez,
Cual jazmín que pierde la esperanza,
Bajo tu extraña avidez.
Puño y letra, sudor y sangre,
Penetra el arte, mártir tocante,
Lagrima alegre de risa burlona,
Desciende por mi piel, al descubierto,
Luna arrogante, mundo incierto,
Espina cruel de la noche,
Alaba el dúo de voces,
Mi alma calla en el silencio,
Rompo el esquema con la brisa del viento,
Cual aguja del reloj, marcando el tiempo.
Final de finales, suena la campana,
Es media noche, se levanta mi alma,
Contemplando tu sombra desaparecer en la bruma,
Allí desgarro mi ropa y grito, vuelve,
Harto, de tu fatídicaarrogancia,
Que del sol emana lucidez,
Cual jazmín que pierde la esperanza,
Bajo tu extraña avidez,
Empieza amanecer, caigo pecho en tierra,
La estrella ardiente penetra mis huesos,
Más inevitable, el sentido erra,
No me voy, allí permanezco,
Enfurezco, en la trivial espera,
Será que vuelvas,
Se corta mi aliento, se agita mi pecho,
Secos mis labios, y mojado mi cabello,
Miro las grietas del suelo,
Gritando, piedad os imploro cielos,
Dadme agua os lo ruego,
Oigo el coro de los ángeles,
Mas inevitable, el sentido erra,
Aún estoy vivo, implorando clemencia,
Tal vez, si tal vez sea demencia,
Cae la tarde, cual sangre de mártir,
Ay de mí, sin tu dulzura,
Cual dulzura dijo la gaviota,
Que aterriza y navega,
Que suspira y se eleva,
sobre mi cabeza flota,
ay de mí sin mi jazmin,
Sin mi único jazmín,
Porque te extraño,
Arrogante flor de mis días,
Sí tanto odié tu altivez, tu arrogante altivez,
Me envenenaste con el perfume de tu gloria,
Y me sedujiste con el beso de tus labios,
Llenos de vida,
Ah, corazón, arrancarte de mi pecho quiero,
Porque no detienes tu suave golpeteo,
Tal vez así no quede en mí su recuerdo.
Tres largos años, amando y solo fue una ilusión,
Desperdiciaste tu tiempo corazón,
Veo que ha oscurecido,
Y aquí en mi dilema sigo,
Postrado pecho en tierra,
Para añadir a mí vivir,
Se avecina una tormenta,
Que venga, no me importa,
Bastó un rayo, veloz que no me toco,
Por poco, me alivia, del ardor,
Del fuerte y fulminante sol,
Por poco, y me alivia del continuo azote,
El azote de las punzantes gotas,
Pero ni aun así calmó mi implacable dolor,
El dolor de tu partida,
Aunque sí logró, darme las fuerzas para recuperar mi vida.
Vuelve amanecer, brilla el sol sobre mi esperanza,
El arcoíris viste los cielos doblemente,
Y yo adiós le digo a tu falso amor,
Y a tu verdadera arrogancia,
Sonrío a la vida,
Y a Dios que me mira,
Perdón le pido,
Por mi ridículo e insignificante berrinche,
Dos días sobre el polvo, y una prolongada tormenta,
Me hicieron darme cuenta,
De que hay más jazmines en la tierra,
Y la ausencia de uno,
No hace gran diferencia,
Camino hacia al norte,
Con mi frente muy en alto,
Con la esperanza abrigando mi alma,
Y mi corazón, cual poeta,
Ilustra mi trayecto,
Iluminando así el sendero,
Que me lleve al éxito,
En tanto a compañía,
La de Dios es mi melodía,
A pleno medio día, en el sendero de la vida,
Hasta el final de mis días,
Y aun después de ellos,
Sin más que decir se despide el poeta…
Título: Juventud, un tesoro y algo más.
Autor: José Daniel Mejías Arguedas
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