Acababa de anochecer. Íbamos por una carretera sin coches con la música a todo volumen. Parecía que la luna nos marcase el camino.
Tú conducías. Sonó la que se convirtió en nuestra canción, una de tantas. Me cogiste la mano.
– Al final del verano haremos un viaje, tú y yo, sin nadie más -dijiste emocionada sin dejar de mirar la carretera -Después del campamento nos iremos. Un viaje en carretera, una semana, recorriendo el norte, ¿te hace?
Asentí ilusionada.
Ahora sé que ese viaje nunca llegará.
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