Una cuarentena de miedo

Una cuarentena de miedo

Los monstruos de mi habitación se han quedado aquí tirados. El infierno ha puesto controles. Allí no existen los ERTES y les obligan a trabajar desde casa. En este caso, desde la mía. Por la noche, cuando tratan de asustarme, los obligo a ponerse mascarilla. Drácula está en un rincón, acojonado, porque ha leído que el virus viene de un murciélago. La niña del pozo sale a la ventana y se retira el pelo de la cara: ¡siete días —grita— ¡Otros siete jodidos días! A Chucky se la suda porque dice que es joven y Frankenstein se ha vuelto runner. Solo puedo lavarme una, me dice Krueger mirándose el guante de las cuchillas. El hombre lobo está agotado porque todos quieren pasearlo. La Guardia Civil ha multado al hombre invisible porque se le ven la mascarilla y los guantes. La momia no para de traer papel higiénico y el fantasma de la ópera recibe aplausos desde los balcones. El viernes 13 Jason donó al hospital su máscara de hockey. Al final va a ser verdad: la cuarentena fomenta la empatía y los malos se convierten en los mejores.

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