La punzada de la finalidad

La punzada de la finalidad

I

Una bola de estambre que poco a poco escurre del colador. Puedo cambiarla de sitio… hasta de colador y mantenerlo por voluntad propia por medio de la disciplina.
El resultado es el cambio del punto de contacto con el oscuro mar de la conciencia que me trae un fangote de billones de energía – datos para la cognición que también atravieso -. La consecuencia es una conciencia diferente a la necesaria para percibir lo cotidiano.
Implica una respuesta inmediata, una sensación irreversible del aquí y el ahora. No hay manera de elegir ese lugar por voluntad propia. El silencio interno lo selecciona sin falla. El devenir trae destreza, fuerza y, sobre todo, sobriedad. El resultado de la conjunción es la elegancia.
Entonces la pruebo a través de la experiencia ya que el arquetipo es incapaz de aceptar todo ese estímulo. Viajo deliberadamente pero nunca sé cómo se hace. Puedo decir que un silencio interno siguiendo caminos inexplicables lo hace. Caminos que no pueden ser comprendidos sino sólo practicados.

II

Estar es notar el proceso finalizado hace tiempo sin embargo vestigios quedaban. Quedaban por prestar atención a eso por lo que tanto luché para que una ensalada de frutas salga rica.
Se vive distinto y llega con intención de hormigas que momento tras instante acomoda y des-acomoda el block corporal. Las articulaciones como nexos en el lenguaje vira el óxido acumulado por tanta humedad y poco abrir las ventanas. La siesta se amasa con yoga y así como mis pulmones se expanden la noción del espacio se vapora tal cual piso trapeado.
Lo más lindo que tengo es la sonrisa estampada con clavos y cada tanto corren la cortina aquellos que saben que está ahí y los abrazo. Bajo para no cargar por los otros, panza con panza y como enredadera sus brazos se adosan a mí. La semejanza está en la belleza y no en los nutrientes que precisan para estar vivos. Sus raíces como dedos recorren las grietas no declaradas. Como si de años me conociese rozó mí pupila y eso bastó para escribir el último capítulo del libro en el cual tantas energías dediqué.
Sí algo me llevo es aquello que vivo. Acontecimientos que dejan de ser experiencias para fulgurar el instante y nada que recordar en algún futuro más que el mismísimo elixir por el hecho de estar. Quizá olvido decantar el frasco agitado por subjetividades acumuladas por tener entrada y bloqueada la salida.
La memoria es hermosa aliada cuando años se quedan pateando piedritas tras mí pupila, y así convertir la lluvia en diálogo, la incertidumbre en panfletos de orquesta de Jazz y gritar con la tinta lo que el brote entre el cemento.

III

Y casi me lo pierdo por tomarme todo enserio.

De pronto registraba a los demás, también están batallando y salen victoriosos. Muchas veces reparé que tanto yo como algún otro en la comunicación estamos reflejados y si no devuelve una refracción gustosa más no tener las herramientas para socavar el quid solemos distanciarnos o siquiera tocar el tema. Discernir lleva en una canasta momentos atravesados listos para ser agarrados cuando sea de utilidad. Ante una eventual semejanza nos encuentra con varias cartas sobre la mesa y, por supuesto, un matiz de picardía para girar la rueda y ver bajo la maseta aquello enraizado y rodeado de lombrices.

El lenguaje y el conocimiento pueden existir uno sin el otro.

IV

Me declaro en terapia

Pongo sobre la cacerola los titubeos de la personalidad, la voluntad y su complejidad además del desorden producido por la ciega inteligencia en acto al barrer la tapa de mi tumba. En un principio entendía nada sobre las sensaciones en mi cuerpo que dejaban mi cabeza postrada en la palma de mi mano, detonando el fin de la patología astigmatismo. Comprender su advenimiento condujo la atención en un sitio distinto y sorprendente que la función de la razón registró no en una planilla de cálculo sino en la Vida, y añicos hizo aquello que puede. El coraje que precisa es incuantificable, siquiera palabra se puede inventar para describirlo, se experimenta. Es la manera de vivir ese acontecimiento pero antes debí tirar abajo mi «función».

Yo era una función comprendida como tal. Eso que era, hoy se vive así, una función aliada, mi aliada.

Sorprende verse tan distinto, parado en el mismo sitio y sin embargo con menos catáfilas y valor… valor para permitir que me toquen y tocar desde acá a quienes rodean. No es necesario la presencia física puesto que no estamos separados. He buscado en este desmantelamiento un sentido, o algunos, y morí.

Fallecí antes de ayer al cerrar los ojos postrado en mi vieja y chillona cama, con atención en el cielo estrellado que entraba por la ventana. En esa Vida tenía a la Muerte bajo mi piel recordándome con cada bombeo de sangre que mi corazón emitía lo absurdo que interpretaba los registros en mi cognición.

Y aún más tengo para decir. El hecho de no tener compasión a mis ideas, a este pensar con base en creencias sostenidas por pensamientos ha sido el combustible de la muerte voluntaria.

V

Lo exige la vida. Ser capaz de liberarme para vivir una nueva experiencia – ese punto es privilegio de cualquiera – con tinte de nueva existencia por haber crecido y evolucionado, no siendo a la vez acabado, llegar hasta acá y ya está. No. Todo lo contrario.

En efecto adquiero y acumulo sabiduría – porque es interna – al aprehender cómo responder a lecciones que la vida me brinda, al mejorar la disposición a asumir lo que los demás y yo hice conmigo.
Si miro atrás, una década, hacia las diferentes personalidades y capacidades que he atravesado noto una característica: la impermanencia, el cambio; y sin embargo algo ha permanecido inmutable.

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