Nací del caparazón de una tortuga en una isla alejada de la guerra y la paz, un lugar donde la naturaleza se unía con mi ser en perfecta armonía sin daño recíproco. Con una mente nebulosa y un cuerpo pequeñito, emitía sonidos de azar que embaucaban a los animales de la selva y a mi me protegían del hambre infantil. Poco tiempo después aprendí a caminar y mis pies se sintieron ofendidos al pasear por la suave arena de la playa ¡Ya no volaba! Una cierta brisa atravesó mi cabeza y comencé a dibujar palmeras de imaginación y a columpiarme con los destellos nocturnos. Empecé a entrometerme en el trabajo de las hormigas, escalé colinas reflejadas en los grandes lagos prístinos y exploré cuevas con extraños dibujos. Creció en mi interior una necesidad imperante, un afán de aventura con un objetivo difuso pero con una energía frenética. Fui honesto conmigo mismo y abandoné el nido, los tucanes me indicaron el camino de salida.
El exterior tenía una atmósfera oscura, con pequeños seres brunos molestos y un suelo muy duro y árido. Traté de combatir el frío con una armadura de nenúfares y dormía cada noche bajo un árbol con ramas secas para evitar un poco la lluvia. Todo parecía tener un halo de decadencia constante, un sentimiento alejado de la pureza y la alegría que me transmitía mi hogar. Viajé durante mucho tiempo y sentí verdadero miedo pues el exterior era horrible e incomprensible, quería volver a casa. Sin embargo, algo en mi interior me empujaba a seguir hacia adelante, una fuerza desconocida pero cercana.
Una noche, mientras contemplaba las luces del cielo, apareció en mí, por vez primera, un pensamiento alejado de la imaginación y cercano a un nuevo sentimiento. Por una parte me emocioné pero por otra quedé confundido. Sentí una fuerte resplandor apagarse en mi mente y un vacío en el pecho que parecía no poder ser llenado con nada. Mi rostro, ahora cubierto de molestos pelos, se llenaba con pequeñas gotitas de agua a través de un camino trazado que acababa en mi barbilla. No me gustó aquella experiencia pero sabía que, de una forma u otra, viviría cada día con ella. Y así fue como, cada noche, comencé a llorar de tristeza.
Mi cabeza rara vez imaginaba a partir de entonces, solo había espacio para preguntas sin respuestas que gobernaban con mano dura mi tiempo. No sabía que hacer, me limité a caminar sin cesar por el vasto exterior; mi hogar se me antojaba nostálgico pero, por algún motivo, ya no quería volver, no en este estado incompleto de mi ser.
Buscando alimentos en las altas montañas vislumbré a lo lejos un prado con multitud de maravillosas flores con los colores que poseía en mis recuerdos e incluso alguno nuevo. Parecía mi hogar, pero era imposible, estaba muy lejos de él. Movido por la aventura y la curiosidad me dispuse a llegar a aquel prado pero para entrar, era necesario pasar por un enorme túnel con una oscuridad fuerte, segura de su penumbra. Me acerqué a la entrada pero, acto seguido, empecé a oír extraños sonidos que parecían contestarse de forma mutua y en un instante fui rodeado por varias bestias. Una de ellas comenzó a articular palabras que sólo había escuchado en mi mente, nunca fuera de ella:
-Saludos nuevo ser. Mi nombre es Lobo y, junto a mi manada, protegemos esta entrada con lealtad. Habla y dinos qué buscas.
Quise contestar pero no salía nada de mi boca, ningún sonido. Pensé con todas mis fuerzas en sacar mis palabras de su cárcel pero no podía.
-Ah, parece que aún tienes la voz dormida. Conozco a otro ser parecido a ti cuya voz no solo articula palabras sino que recita versos de imaginación inolvidable.
Esas palabras ardieron en mi ser y llenaron un poquito el vacio de mi pecho. Muchas preguntas iban y venían pero ninguna podía ser plasmada en el mundo extramental.
-No… he dicho demasiado. Adelante, puedes cruzar el túnel, quizás recuperes la voz una vez llegues al otro lado. No temas la oscuridad pero tampoco formes parte de ella. Hasta pronto.
Sin más, se marcharon con una velocidad ordenada hacia la nada, ahora estaba, como siempre, en mi tradicional soledad.
Traté de controlarme y calmar mi mente como nunca antes lo había hecho. Reflexioné, medité y auné todos mis recuerdos hasta convertirlos en pureza nívea. Sin más, penetré en el túnel con otro nuevo sentimiento, la esperanza.
El interior era realmente tenebroso, todo parecía moverse a mi lado y los sonidos entrecortaban el silencio, mis ojos estaban cegados. La oscuridad intentó apropiarse de mi ser pero supe vencer a las adversidades y contraataqué con toda mi positividad. Con el tiempo logré ver en mi interior y pude diferenciar cada sonido emanado y a visualizar la realidad que me rodeaba con completa claridad, algo ardía en mi mente. No puedo recordar cuantos años permanecí en aquel tunel asimilando la unión entre fantasía y realidad pero logré superar el desafío y el destello del cielo cada vez estaba más cerca.
Al salir, abrí los ojos con dificultad y vi de forma diferente el firmamento y el paisaje. Todo estaba igual, vacío, pero ahora lo contemplaba de una forma muy diferente, incluso yo mismo cambié fisicamente, los pelos de la cara me llegaban hasta el pecho, las piernas eran más robustas y la espalda estaba más encorvada, había crecido. La experiencia, entonces, formó parte de mi nuevo ser.
El paisaje que se me presentaba era uno muy similar al de mi hogar, casi un calco, todo se me antojaba familiar. Los árboles, los animales, el cielo… todo parecía haber sido trasladado a este punto concreto por algún motivo, quizá por mi… Muchas preguntas nacían en mi mente pero todas fueron disipadas pues sentía que, poco a poco, serían contestadas. Caminé con tranquilidad observando el paisaje y vi los bosques de verde pureza donde tanto tiempo me perdí, las montañas donde jugué, los manantiales donde me bañé con las nutrias… parecía una materialización exacta de mis primeros recuerdos. Escalé el árbol del cual tenía mi primer recuerdo y comencé a columpiarme entres sus ramas mientras pequeñas manzanas caían de él…
-¡BIENVENIDO! Esperaba ansioso tu llegada.
Una voz tremenda que salía de todos lados gritaba con tremenda fuerza, tanta que me asusté y caí del árbol pero no me hice daño. Mantuve la calma todo lo posible y me escondí bajo las hojas del árbol esperando no se qué pero sabía que no era Lobo.
-¿Qué pasa muchacho no quieres acaso hablar conmigo?
Una vez más, sentí la enorme impotencia de no poder traducir mis pensamientos a palabras materiales extra-mentales.
-Podría ser… ¡pero qué torpe soy, olvidé concederte la voz!
¿Qué? No estaba entendiendo nada. ¿Mi voz? ¿Quién o qué era?
-A veces puedo ser muy despistado pero pensaba que esta última vez lo había hecho todo bien. Bueno no te preocupes chico, ahora mismo te la doy.
Una especie de luz atravesó mi cuerpo hasta llegar a mi garganta, entonces sentí unas pequeñas cuerdas dentro de ella y una conexión directa con mi cerebro. Parecía que ahora podía transmitir palabras al exterior así que pensé con toda mi fuerza y al final de mi boca salieron unos sonidos toscos y torpes
-No te preocupes, en poco tiempo te acostumbrarás a usarla, espero… -rió-. Adelante compañero, ¡Habla!
-Q… q…¿qué eres?-pregunté-.
Me sorprendí, un sonido ligeramente grave salió de mi y llegó al exterior, estaba transformando la realidad en cierta manera… qué manera más bonita de interactuar.
-Soy el creador de todo lo que ves, incluido tú mismo. Desde el más minúsculo insecto al núcleo del planeta, todo ha sido creado por mi, para ti y…
-¿Tú? Pero ¿qué eres? ¿donde estás?
-Disculpa mis modales chico. Tendrás muchas preguntas y querrás respuestas. Yo vengo a dártelas por supuesto, por ello te contaré mi historia lo más rápidamente posible pues mi tiempo es limitado, así que escucha con atención, este es mi último gran cuento: Nací en el cielo que contemplas, no cerca de las nubes, sino lejos, muy lejos, en otra galaxia. Mi especie es única en todo el universo pues poseemos la capacidad de crear materia a nuestro antojo y dotarla de vida a cambio de parte de nuestra energía vital. Para nosotros crear planetas, es decir, mundos como en el que vives tú, es solo una actividad más, tan sencilla como es para ti el respirar. Sin embargo, todos creaban para destruir, no para perdurar.
A lo largo de mi casi eterna vida he tenido millones de nombres pero ninguno de ellos es real pues nunca me he atrevido a contarle la verdad a mis creaciones. Sí, he creado más planetas, parecidos a éste, pero todos han acabado fracasando por muchas razones. El planeta Marte fue destruido debido a su cercanía con el cúmulo de energía vital que deposité en el espacio y que tú conoces como Sol. Júpiter prosperó como civilización, pero aquellos seres alados ansiaron demasiado poder y aquello acabó en una guerra que pronto terminará. Saturno se rebeló y fueron destruidos, no por mí, sino por sus propias armas. Todas estas civilizaciones fueron creadas con una serie de capacidades que yo creía indispensables para vivir pero las doté de demasiado poder, de demasiado conocimiento. Así, mientras que mis hermanos destruían los planetas con terremotos, aplastándolos o comiéndoselos, yo sentía pena por las especies que morían, quería darles libertad para vivir con un poder limitado, para que prosperasen y descubriesen emociones maravaillosas sin caer en el olvido. Por ello, intenté concebir un último planeta, el que estás pisando, pero limitando a los seres que allí viviesen, entre ellos tú, mi querida creación, el humano. Te hice débil físicamente y no te doté de ninguna motivación, sino que tenías que buscarla por ti mismo y lo hiciste, saliste del hogar que te preparé y has llegado aquí sin siquiera saber por qué. Dime, ¿Qué sientes?
Ahondé en la profundidad de mi mente pero no pensé, las palabras salieron con una naturalidad suave:
-Siento que mi corazón arde por buscar aquello que no puede encontrar. Siento soledad y apatía pero quiero compartirla para mejorar mi ser. Quiero compañía.
-¡Fantástico, sabía que debía separarte de «ella», ha funcionado!-gritó alegre la voz-. Perdona mi entusiasmo muchacho pero estoy muy feliz. Siento que este planeta va a evolucionar alegremente y se va a convertir en algo digno de ver, muy curiosos sin duda seréis los humanos… es una pena que yo ya no pueda ver tu avance. Querido amigo… He dejado en ti y en «ella» una parte minúscula de mi espíritu, gracias a eso vosotros también podréis crear vida. No tengo nada más que ofrecerte salvo mi verdadero nombre antes de partir a mi galaxia natal donde podré morir en paz y alcanzar otra realidad… Mi nombre es Adán y me gustaría que lo portases como si fuera tuyo. Espero que crezcas y que hagas de mi sueño una realidad. No busco el recuerdo, tan solo vuestra paz y prosperidad, nunca lo olvides.
Los últimos ecos de sus palabras quedaron a merced del viento pero siempre permanecerán en mi memoria. Ahora ya sabía cual era el objetivo de mi búsqueda, mi razón para vivir.
Comencé a escuchar a lo lejos una voz que jugaba con un tono armonioso y cálido, una voz tierna que entonaba melodías dulces y una letra triste que buscaba lo desconocido. No supe que sentir pero corrí con lágrimas en los ojos hacia la voz. No lloraba de tristeza sino de alegría pues sabía que ese momento solo era el principio de una nueva etapa cargada de sentimientos positivos. Miré al cielo y con toda la fuerza de mi voz grité:
-¡Gracias!
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