Hay veces que te salen las palabras solas, otras que te cuestan un poco más encontrarlas y otras simplemente no son capaces de salir. Nos creemos los más importantes, el centro del universo, que todo gira en torno a nosotros; y no nos damos cuenta que la persona de al lado tiene una vida a la que le importa poco la tuya. Somos unas motitas de polvo dentro de un mundo llamado diente de león. Nuestros hechos, nuestros pasos, nuestros pensamientos…; son los que nos hace grandes y visibles para que nos elija ese diente de león. Pasa el tiempo tan deprisa que ni nos damos cuenta del presente, siempre pensamos en el futuro, en qué haremos ¿mañana?

En este mundo no hay victorias ni derrotas, solo batallas por las que tienes que luchar constantemente; y en el final, lo mejor que puedes esperar es encontrar un lugar donde quedarte y donde mejor te impongas para luchar por la mayor batallas de todas: la vida. En este mundo existen tres tipos de seres: el lobo, aquella persona dominante capaz de coaccionar a cualquiera a hacer algo; la oveja, aquella que teme a todo y se deja dominar por el lobo; y el ser humano, la persona capaz de hacer frente a cualquier problema sin dejarse influenciar por nada ni por nadie, puesto que no le teme al mundo que le rodea, ya que es considerada una persona valiente. Se dice que el hombre es libre por naturaleza, pero esa libertad es bastante relativa: las personas no tienen la libertad para elegir de que familia provenir o en qué siglo vivir, están aferradas a la vida que les toca; pero una cosa que sí es cierta, es que esa libertad con el paso del tiempo de una forma u otra la alcanzas, y ahí llegas a pasar de ser un lobo o una oveja a un verdadero ser humano.

Una vez una persona me dijo: somos lo que intentamos no ser. Al principio no entendía lo que quería decir, después me di cuenta que era más fácil de lo que suponía. Cuando somos pequeños desarrollamos por naturaleza un mecanismo de supervivencia, más conocido como Ego o máscara social. He aquí la cuestión de la frase anteriormente citada, a través de nuestra máscara intentamos aparentar lo que somos, eso quiere decir que venimos del lugar contrario, por lo tanto somos lo que intentamos no ser. Mi máscara, por ejemplo, es la de ser la chica perfecta, la que lo sabe hacer todo… por lo que significa que me veo imperfecta, que todo lo hago realmente mal. La cuestión es quién decide diferenciar entre lo que está bien o lo que está mal, es un simple juicio que le ponemos los seres humanos. Vivimos en un mundo donde el funeral importa más que el muerto, la boda más que el amor y el físico más que el intelecto. Vivimos en la cultura del envase, que desprecia el contenido. Nos victimizamos todo el tiempo, y no nos damos cuenta de lo que tenemos alrededor. Detrás de una víctima hay un maltratador siempre, ya sea por chantaje emocional o por lo que fuere. Reconozco que durante un tiempo de mi vida me he victimizado bastante. El ¡ay pobrecito de mí! que nos encanta a todos un poquito. No significa que esto sea malo, como bien dije antes, lo bueno o lo malo es el juicio que le ponga cada uno. Cada uno sobrevive a la sociedad como puede. Tener personalidad significa definirnos, limitarse a ser algo concreto. La personalidad es nuestra máscara, nuestra mentira. Una persona que se define como pacífica es porque niega la agresividad, y todos, si alguien le hace daño a la gente que queremos, matamos por ellos. Yo me he cansado de mi máscara, así que como es imposible que nuestro Ego desaparezca, puesto que sin él nos moriríamos, he decidido ampliar mis facetas o mi personalidad, aunque reconozco que me está costando la misma vida, porque me encanta vivir en mi zona de confort. Siempre he estado intentando ser la chica perfecta, la que no se equivoca en nada, la que tiene que sacar todo 10… Eso se acabó por un tiempo. ¿De qué me sirve tener todas las carreras universitarias del mundo, si nunca voy a ser feliz? ¿De qué me sirve querer encontrar a la novia perfecta, si no me valoro a mí misma? ¿De qué me sirve frustración tras frustración cuando me equivoco? Estoy cansada de tener que hacer siempre lo mismo, estoy cansada de tener que aparentar para que me quieran por decirlo de algún modo. Si alguien solo me quiere o me admira por las notas que saco, por lo que soy capaz de hacer o por los trabajos que consigo; es que realmente nunca me ha querido. No necesito estudiar periodismo o medicina o biología para ser alguien de provecho, necesito estudiar lo que a mí me gusta y lo que me apasiona cuando me apetezca. Como diría Concha Velasco: ¡mamá, quiero ser artista! A lo que yo le añado: ¡y trabajaré duro para conseguirlo!

Albert Einstein dijo una vez: es más fácil desmontar un átomo que desmontar un prejuicio; a lo que Mark Twain añadió: es más fácil engañar a un ser humano que convencerle que ha sido engañado. El destino pone a muchas personas en tu vida, pero solo las mejores permanecen para siempre; y no tienen porque ser físicamente sino en el recuerdo, una persona puede vivir lejos y estar siempre en tu corazón, porque la distancia separa cuerpos pero no corazones. Los verdaderos amigos no son los que ves a diario, sino los que aunque no ves físicamente, sabes que están contigo. Colegas hay muchos, pero amigos, los que se deben considerar como amigos, se pueden contar con los dedos de una mano. Tengo muchos colegas; amiguillos lo que se dice amiguillos de esos que no veo desde hace mil, unos 5 o 6; pero amigos lo que se dice amigos tengo tres. Dos mejores amigos y un amigo fiel. A mis mejores amigos los conozco de toda la vida y para mí son insustituibles, aunque de vez en cuando me pueda enfadar con ellos; pero a ese amigo fiel lo conozco desde hace bastante poco, año y medio para ser exactos. Esa es una de las cosas que lo hace especial, que en tan poco tiempo pueda confiar en él. Yo le tengo como una especie de apodo cariñoso en inglés: my dear friend. A mí me da igual que no sea perfecto, nadie es perfecto. Yo solo quiero y necesito un amigo con el que pueda hacer tonterías, y a la vez pueda hablar de nuestras penas. Por mucho que yo me enfade con él por cualquier gilipollez, siempre lo voy a querer. Cruzaría el mismo infierno por él si hiciese falta. Como no le voy a querer si con su “hola” me alegra el día; como no le voy a querer si es capaz de pasar en tan solo un segundo del chiste a hablar seriamente, como no le voy a querer si a pesar de las gilipolleces que hago muchas veces, sigue ahí; como no le voy a querer si es la persona más linda del mundo tanto por dentro como por fuera. Le quiero y se lo diré hasta el día que me muera. Hay millones de personas alrededor del mundo que están despiertas en la madrugada extrañando a alguien; hay millones de personas dormidas en la madrugada sin tener idea de que están siendo extrañadas. Así es la vida, bella. Es de esas personas que te sacan una gran sonrisa sincera en momentos de infinita tristeza, es de esas personas a las que jamás puedes renunciar porque no dejas de pensar en ellas la mayoría de los días, es de esas personas que son muy sensibles pero a la vez siguen adelante después de tantas decepciones, es de esas personas que aunque sus ojos no sean azules encuentras el cielo en ellos y eso los hace preciosos. Es como la caja de pandora, tiene que venir la persona adecuada para que se abra; y cuando lo hace, el mundo cambia. Si algún día se va, solo me queda que decirle una cosa: nos veremos cuando el destino tenga ganas de juntarnos, mientras tanto cuídate y sé feliz. Mi consejo, aunque yo no soy nadie para ir dando lecciones a la gente, es: haz amigos con los que puedas ir a desayunar, con los que puedas llorar, amigos que te apoyen a alcanzar tus metas y que crean en ti.

A veces lo que más deseas, nunca se cumple; y, a veces, lo que menos esperas que suceda, ocurre. Conoces cientos de personas y ninguna te deja huella; y, de repente, conoces a una persona y te cambia la vida para siempre. Mi nombre es Silvia y soy una pueblerina que vive en la gran ciudad con grandes metas, grandes sueños y grandes decepciones por vivenciar. Así es la vida, bella.

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