Era domingo, acabábamos de comer y le digo a mi amigo:

– Me apetece un Oporto. Me recuerda a los domingos en casa de mi abuela.
– ¡Ay, mi abuela y sus paellas!
-contesta mi amigo algo melancólico. Hubo un silencio
– Marta, voy a confesarte algo ahora que nunca he contado a nadie en Madrid.
– ¿De verdad? ¡Cuéntame!
– Es un poco fuerte, pero…, bfff, la verdad, es que mi juventud ha estado marcada por el conejo… Lo miro extrañada y sigue contando…
– Resulta que en Valencia es muy típico quedar los domingos y comer paella. Bueno…, pues… todos los domingos nos juntábamos toda la familia en la finca de mi abuela y hacíamos una gran paella. Y desde los diez años, como yo era el nieto mayor, mi abuela me hizo encargado de matar al conejo con ella.
– ¡¿En serio, cada domingo?!
– Sí, hasta que vine a vivir a Madrid.
– Y… ¿durante cuántos años más o menos crees que has estado haciendo eso cada domingo?
– Pues… si a los 30 años me vine a trabajar a Madrid, pues 20 años. Lo miro alucinada y le digo con suspicacia:
– Si un año tiene 52 semanas… por 20 años… ¡Madre mía el total de conejos! De repente, baja la mirada y se queda tan sumamente compungido que le animo diciendo:
– No te preocupes… ¡alguien tenía que encargarse del conejo… ¿no?!

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