1.
nací rodeado de movimiento – dice abuelo – y muy pronto la tierra me recordó que era emigrante. nací en un lugar que no me pertenecía, pero yo tampoco era suyo. eso me propocionó un respeto que no me ha abandonado nunca. soy un viajero y mis raices vuelan. eso me impide – por suerte – cerrar la puerta al viento o a quién, desorientado, llega pidiendo asilo, refugio o un cielo pequeño. quizás por eso vivo rodeado de un jardín invisible donde transitan tranquilas otras almas migrantes a las que no pido pasaporte ni costumbre. y ahora – más que nunca – creo que este jardín es importante. aquí son tantos los que se esconden, porque tú sabes que el miedo… siempre fue extranjero…
2.
siempre que llegaba un barco nos escondíamos. sobre todo si era pequeño, porque sabíamos que esos barcos ligeros eran los que mandaban desde el continente para buscarnos. recorrían centenares de islas, pero nunca nos encontraron. no sé porqué nos perseguían. que eramos nómadas, decían. y eso les molestaba. pero nosotros no queíamos cambiar su mundo, solo ser sencillamente felices. no edificábamos casas, no dejábamos rastro. y quizás esa invisibilidad era lo que les inquietaba. entre nosotros no había disputas, cuando haces lo que sientes no deseas. y esa ausencia de deseo, de teneres y quereres, garantizaba nuestra convivencia. finalmente algunos decidieron quedarse en una de las islas. crearon una patria, abrieron acuerdos con el continente y se hicieron visibles. otros seguimos volando. yo estaba entre ellos. tú sabes lo mal que llevo los horizontes pequeños…
3.
en la frontera nos ponían en fila. motivo? – preguntaban – trabajo, decían la mayoría. podían decirlo. eran jóvenes, fuertes, sanos, en edad productiva y reprodutiva. ideas políticas – respondían otros. estos llevaban lentes. también había una fila de niños. callaban, pero los funcionarios anotaban algo. miedo, me pareció leer. salud, estudios – seguían respondiendo -. no todos los emigrantes pasaban. tendran que esperar – les decían – vengan mañana, cada día cambian las necesidades. cuando tocó mi turno le dije al funcionario que yo emigraba por amor. y no escribió. debo consultarlo – me contestó – . al día siguiente no regresé. sabía la respuesta. esperé a la noche y saqué de la maleta mis alas. así crucé la frontera…por amor.
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