Nació con un sentido de aventura. Quisieron pavimentar su mar para que su nave se vuelva inútil. Entonces inventó un viento tan fuerte que elevó su carabela y su esperanza más alta por los cielos. Atravesó nubes y en su pueblo natal se conviertió en mito y en silencio: De eso no se habla. Jamás nunca nadie pudo escapar de este hermoso entierro.

Así empezó la historia de _____________ el volador. Volaba porque sino se moría. Supo dejar atrás lo que era suyo, pero que ya no era de él. En su viaje por las nubes más que ángeles encontró demonios. Y ellos supieron decir su verdadero nombre aún más que sus propios padres. También supo convivir con la locura de los que abrazan las flechas que atraviesan sus corazones. Esas flechas que matan a los mortales pero no a los nobles.

El mapa de su viaje estaba en sus sueños de despierto. Y así llegó a una ciudad entre nubes. Una ciudad invisible para su tripulación pero no para sus ojos. El ancla cayó pesada en el pedazo de nube más fértil. Y allí se quedó por 100 años. Una vez que terminó su ciudad quiso irse. Hizo lo que un aventurero hace cuando llega a la última viñeta de su historia: se va. Su tripulación siempre un paso atrás no entendía nada. Ahora sí podían ver la ciudad en las nubes que _______________ fue a construir, ¿pero por qué no disfrutarla? ¿Por qué no quedarse allí y aprovechar todos esos bienes invaluables que le pertenecían?

Levó anclas y zarpó hacia nuevos cielos. En medio de su viaje, se dejó ganar por la añoranza de los que hace mucho dejó atrás y decidió volver a su pueblo. Las aventuras que tenía para contar eran increíbles para algunos y sordas para otros. Y los que estaban a su alrededor sólo querían verlo bueno. Por eso le prepararon una casa con un jardín al frente y un número en su puerta. La pusieron a su nombre porque no entendían que, el que poco tiene, más libertad abraza. Y en especial un aventurero como él. ________________ supo que su lugar no era ése. Y su pueblo tampoco era su pueblo. Una mano invisible lo agarró tan fuerte que lo hizo chillar. Era un nuevo fantasma que venía a buscarlo. Lo arrastró de aquel lugar sin pedir permiso ni perdón. Y de cabeza lo subió a una nueva nave para surcar un próximo cielo, un próximo mar, un próximo cuento.

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