-¡Otra vez no están mis cubiertos! ¡Ya estoy cansada de esto!- gritó una chillona voz femenina desde el fondo.

Estos comentarios eran plato de cada dia. Beca había perdido la cuenta de cuantas veces a Ileana le habían “robado” los cubiertos.

-¡Si pasa esto de nuevo, juro que iré a hablar con Presidencia!- amenazó la joven, sacudiendo sus brazos a un alguien invisible, mientras los demás compañeros parecían hacer caso omiso a sus palabras.

-¿Saben quién tiene una cita hoy?- comentó Keira, quien su sonrisa maliciosa denotaba un fuerte interés en ser la chusma del grupo- Adivinen…

-Tú de seguro no, por supuesto- contestó Gael, divertido, mientras comía su pollo frito de todos los martes que le hacía su madre cuando iba a visitarlo.

-Yo sé quién… pero no viene a almorzar hoy con nosotros, dijo que tenía que ir a comprarse una camisa… ¡ay!- Selma, que era bastante atolondrada, se había quemado con su plato recién recalentado en el microondas.

-¡Rober! ¡Estas comiendo ese pescado oloroso otra vez!- acusó Melisa, quién había estado comiendo pacíficamente hasta que se percató del extraño aroma.

-No es oloroso, tú estas susceptible porque te gritó Simón esta mañana y no soportas nada- retrucó Roberto, quién sabia de la pelea en el piso 4.

-¿Qué trajiste, Rober?- preguntó Gael, mirando con ojos embobados el plato de su compañero.

-Bueno- empezó a hablar Ileana- viendo que a nadie le importa si como o no, me voy a mi escritorio, ¡adiós!- y con aires dramáticos, se retiró del lugar, dando un portazo muy fuerte.

-¡Gracias a Dios!- exclamó Gael- ¡Ya dinos quien es el que tiene la cita, Keira!

-La idea es que adivinen, genio- contestó Rober, con sorna- De todas maneras, a quién le importa, Keira.

-A Beca le importa- contestó la chica, con risa burlona.

Beca se puso roja como un tomate mientras sus compañeros la miraban, algunos asombrados, otros con ojos burlones de complicidad. Gael estaba atónito, tanto que de su boca abierta salieron varios trozos de pollo.

-Necesito saber de quién se trata- pronunció el chico, dando un puñetazo a la mesa a modo de juez.

La chica no sabía qué hacer. Todos sabían que era muy tímida y que le costaba mucho hablar en público, sobre todo cuando tenían reuniones de trabajo con el señor Estrada, el jefe del sector. Miró a un lado y a otro, tratando de que pase algo extraordinario que hiciera que dejaran de prestarle atención a ella y se enfocaran en ello.

Keira, jugueteando con su melena teñida, no despegaba los ojos de Beca, satisfecha por la bomba que había tirado. Melisa estaba fuera de sí, como si hubiese tomado a traición que Beca no le haya informado el porqué de esa situación. Ellas, fuera del horario laboral, eran muy amigas. Se podía ver la expresión de enojo y tristeza que tenía para con Beca.

-¿Por qué no nos cuentas, Beca?- Selma parecía disfrutar cada silaba que pronunciaba. Siempre le había caído mal Beca, y ésta no sabía por qué. Tal vez era el hecho de que, aun siendo bajo perfil, la felicitaban mucho, ya que era muy eficiente y trabajadora. Selma y Keira, quienes eran amigas entre sí, pasaban la mayor parte del tiempo haciendo “sociales” y presumiendo sus títulos universitarios. Está de más decir que a ellas no las felicitaban nunca.

-Si no quiere hablar que no hable, no la presionen- resolvió Rober, dando como finalizado el tema mientras volvía a su sándwich de atún. Él también era muy amigo de Beca, y estaba al tanto de esa situación. Trató de decirlo lo más relajado posible, pero en su voz había un tono de gravedad y extrañez que alarmó aún más a Beca.

-Tu sabes quién es, ¿verdad Rober?- preguntó Keira, desafiante.

Beca empezó a temblar de los nervios. Quería levantarse e irse de allí, pero sabía que si lo hacía iba a complacer a las “hermanas oxigenadas” (así las llamaban ella y Melisa en secreto a las amigas).

-¿Te gusta un compañero, Beca?- preguntó Gael, casi escupiendo el resto de pollo que tenía en su boca.

-No-contestó de manera poco convincente.

El silencio que siguió a eso fue ancestral. Solo se vio interrumpido por las risitas inmaduras de Selma. Keira puso los ojos en blanco y se paró a buscar un vaso con agua.

-¿Podemos hablar de otra cosa?- Rober, quien rompió el silencio, tomó un sobre de sal y lo vació en el café de Keira cuando ésta no miraba.

-¡Hola!- saludó una alegre voz. Era la jefa de marketing, Norah.- ¡Buen provecho!

Norah era bastante especial, comenzando por su forma de vestir. No había día que repitiera el atuendo, siempre tan espectacular y fabuloso. Brillos, tachas y glamour eran su sello distintivo, por lo que a donde iba acaparaba la mirada, no solamente de hombres, sino también de mujeres.

-Norah, ¡qué bello tu pantalón!- exclamó Keira, parándose cuando entró la mujer- ¿Es piel de bisonte?

-Se parece al gato de Melisa- rió Gael, a quien le había parecido divertida la idea de Robert de poner sal en el café de Keira y estaba haciendo lo mismo. Lo que no se había dado cuenta era que en vez del sobre de sal, había tomado el del azúcar.

-Llegaste justo a tiempo, Norah. Beca nos estaba por contar quien le gusta de la oficina.- sentenció Selma, dejando caer jugo de su boca mientras hablaba.

-¡Ay, Beca! Que linda noticia- Norah habló sinceramente- Espero que les vaya bien.

Beca sabía que las intenciones de la mujer no eran por enterarse un gran chisme, sino de honesta felicidad

-Hola a todos- saludó un chico flacucho que acababa de entrar en la sala. Era Santiago.

Para desgracia de Beca, el muchacho traía un brebaje bastante extraño de color amarillo en una mano y una bolsa de una marca muy conocida de camisas, en la otra. Todos quedaron en un incómodo y extraño silencio.

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