No sabes qué está ocurriendo, pero te sientes como dormido, como si una fuerza extraña se hubiese adueñado de una pequeña parte de tu mente. Una fuerza que te guía y te impulsa a través de un pequeño viaje hacia un extraño mundo de ensoñación.

Todavía no sabes muy bien cómo, pero acabas de entrar en una taberna un tanto extraña. El ambiente es cargado y caluroso, la iluminación escasa, huele a pollo mojado y la gente no para de berrear y reír en voz alta.

Miras a tu alrededor y te sorprendes al ver que en su interior se encuentran personajes que parecen sacados de un relato de fantasía. Hay elfos, enanos, orcos…, hay un par de centauros brindando con jarras llenas de un líquido cobrizo que parece bastante espeso, y por supuesto, también hay muchos humanos. Todas las razas se mezclan entre sí y se puede encontrar a individuos de casi cualquier clase social: magos, alquimistas, caballeros, mercenarios, mercaderes, vagabundos y algún que otro noble. No son difíciles de distinguir, ya que el aspecto y la forma de vestir los delata, al menos a la mayoría de ellos, aunque tampoco es buena idea fiarse totalmente de las apariencias, pues también podría haber algún cambiaformas.

Las paredes están hechas de piedra, al fondo hay unas escaleras de hierro que dan a lo que parece ser una planta superior, las mesas están formadas por tablas de madera y los taburetes, también de madera, parecen increíblemente duros e incómodos, no hay ventanas y la escasa luz se filtra a través de pequeñas grietas que hay en las paredes. Suerte que estás en pleno día, aunque también hay unos pocos candelabros apagados que seguramente sean encendidos cuando llega la noche.

Te das media vuelta para comprobar la entrada, ya que no recuerdas qué es lo que estuviste haciendo antes de llegar a este lugar, pero te encuentras con un muro de piedra que se distingue del resto de la pared y percibes cómo se apaga lentamente una pequeña luz roja que emana de él. ¿Teletransportación?, ¿un muro mágico?, o ¿tal vez solo sea que tienes amnesia?

Desorientado y sin saber qué hacer, te acercas a la barra para tratar de conseguir algo de información, te sientas en uno de los taburetes y descubres que son mucho más cómodos de lo que parecían a simple vista. De repente, te das cuenta de que hay un enano inconsciente a tu izquierda. Su aspecto es el de un típico enano guerrero, con una enorme barba y un enorme bigote, ambos trenzados, y la cabeza rapada y tatuada con un sol. Lo ignoras pensando que seguramente se haya quedado frito después de hincharse a beber cerveza, y justo cuando te dispones a llamar al camarero, el enano levanta su jarra de cerveza y la utiliza para golpear con fuerza la barra.

—¡Pues sí! ¡Ha sido una batalla que jamás olvidaré! —Grita el enano con fuerza y orgullo. —Yo, un orgulloso enano de pura raza, ¡un gigante en espíritu!, estaba ahí, sentado tranquilamente en el tronco de un árbol con un panecillo a medio comer en mi mano, mirando cara a cara a esa temible bestia que se acercó a mí como si nada. —El enano te mira de reojo para asegurarse de que le estás prestando atención. —En un instante, su mirada se clavó en mí, penetrando en los más recónditos y oscuros parajes de mi mente, y aunque fue durante un solo instante, casi tenía la sensación de haber estado cara a cara con ese enorme dragón durante toda una eternidad. —El enano hace una pausa para dar un trago largo a su jarra de cerveza.

—¡Ah! ¡Mi garganta se seca! —Grita con fuerza, como si quisiera llamar la atención del camarero. —¿Por dónde iba? ¡Ah, sí! Estaba ahí sentado, y de pronto, súbitamente, sentí cómo mi mente y mi pecho se llenaron de angustia, ya que un terrible pensamiento me vino a la cabeza. —Dice mientras se da golpecitos en la cabeza con su dedo índice. —Pensé: «¡Éste me quiere matar!», así que, sin pensarlo, rápidamente pensé: «Pues le mostraré que mi poder sobrepasa al de cualquier criatura, por imponente que ésta pueda llegar a parecer», y así recuperé la compostura. Entonces, lancé con fuerza el panecillo contra el suelo, aunque, debido a su escaso peso, el impacto no fue tan imponente como yo había imaginado. —El enano hace otra pausa para seguir bebiendo.

—¡Pero eso no iba a hacer que me echase atrás!, así que cambié mi expresión a modo furioso, desenfundé mis dos enormes martillos y di un salto para bajar del tronco, haciendo retumbar el suelo al pisar tierra. —El enano detiene momentáneamente su relato para tomar aire y suspirar, lo que hace que se le escape un largo y contundente eructo. —A pesar de todo, el monstruoso y enormemente gigantesco dragón ni se inmutó. —Hace una pausa y agita levemente su jarra de cerveza con pena antes de dar su último trago.

—No podía creer lo que estaba viendo, jamás en mi vida había enfrentado a una criatura con semejante temple, así que, tras el grito de «¡ya te vale!», salí corriendo hacia él, pero lo perdí de vista, ¿te lo puedes creer?, ¡lo perdí de vista!, ¡a un dragón!, así que lo estuve buscando durante un buen rato. —El enano sonríe y se queda callado durante un par de segundos, hasta que rompe el silencio con una estrepitosa carcajada. —¡Ja! Tal es mi poder que antes de asestar el primer golpe, antes de darme cuenta siquiera, yo ya había pasado por encima de su cabeza. —Los ojos del enano comienzan a brillar y su rostro se torna en una sonrisa repleta de orgullo varonil.

—Un terrible pisotón en la cabeza fue lo que acabó con su furia, «¡adiós, lagartija!» fue lo que exclamé en un último suspiro, antes de reemprender mi marcha. —El enano dirige la mirada hacia sus pies. —¡Oh! Nunca olvidaré esta épica batalla que me has ofrecido. —Dice con seriedad, algo exhausto pero cargado con un gran sentimiento de realización, mientras observa la pequeña lagartija que yace pegada a la suela de su bota.

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